Cuando comenzó la primera guerra mundial el 28 de julio de 1914, vendieron los estrategas de los países en lucha que los soldados estarían de vuelta a casa como el turrón para antes de navidad. Casi aciertan. Los escasos combatientes que regresaron vivos y traumatizados lo hicieron el once de noviembre de 1918. La carnicería duró cuatro de los más tristes y sangrientos años que los siglos se han bebido. Ahora también estamos en una conflagración mundial contra la plaga. Llevamos meses haciéndonos el cuerpo a un par de años enmascarados de pelea atentos al coronabicho. Resta un invierno de muchas y largas noches de trinchera contra el paro y reinventando la economía. Las 6.949 personas que por octubre se han quedado sin trabajo en Cenacheriland lloran sobre empapado. Un resbalón que nos aleja del bienestar.

Para uno que se ha pasado de letras narrando peripecias de neotieso, sorprende, para bien, que hayan reconocido a Alberto Olmos con el premio David Gistau por su artículo Cosas que los pobres deberían saber: instrucciones para cuando lo pierdas todo. Un manual del neotieso profesional publicado el pasado 13 de mayo en El Confidencial. Somos ejemplo a no seguir, pero lo neotieso está tan de moda que hasta los ricos se disfrazan de menesterosos. Vía reciclaje o upcycling cool que dicen los fashionistas. Vuelve el estilo paramilitar si es que alguna vez se ha ido, ya sabe el postureo con prendas de caza y estampados con el rambo entre las piernas. Ese toque belicoso se incrusta en los escaparates cada vez que vienen mal dadas y a patadas. También las botas de dar caña alta e inspiración guerrera. Pasó durante el desastre del 2008 y arrasó en los mercadillos.

Una marca de lujo otrora peletera propone lucir parkas de lona de camuflaje reciclada a 1.900 euros la prenda y te cuenta toda su historia. De tal forma que este buque insignia del lujo de bolsillo recomienda una apariencia impostada y desaliñada sin techar. En otro rango de precios y consumo masivo nos aconsejan para la ropa de estreno de este otoño invierno del 2020 una paleta de colores de cemento con tejidos desteñidos, grises y marrones con textura de postguerra, solo faltan las chinches y los piojos de complemento. Ser pobre o parecer pobre, vestir a la última con un chándal o pijama teletrabajado. Fea broma o peor presagio.

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