La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Feijóo no se aclara con Vox

Oportunismo de Feijóo: deja que cada barón decida según su interés si forma coalición con la ultraderecha o rompe

Se ha pasado de pragmático Núñez Feijóo. Y de iluso: llegó a creerse que el principal problema de Pedro Sánchez (las consecuencias de viajar en malas compañías) no le iba a aquejar también él porque o bien las evitaría o bien las domesticaría. Y aplicó las recetas gallegas del marianismo: las cosas se arreglarán solas, con ayuda del tiempo, y los desgastes los padecerán los barones.

La política de alianzas es lo que ha arruinado la carrera de Sánchez y es lo que más obstaculiza la llegada al poder de Feijóo. El manejo que la cúpula del Partido Popular está haciendo de sus relaciones con Vox amenaza con convertir la resonante victoria del 28-M en un fracaso para el 23-J. No hay ningún complejo vitamínico mejor para la coalición de izquierdas en sus horas más bajas que el esperpento de los pactos territoriales del PP y Vox.

¿Por qué esperpento? Mayormente, por la incoherencia y el oportunismo del hermano mayor de la derecha. Feijóo podía haber optado entre la defensa de su proyecto autónomo, con un cordón sanitario a Vox al modo de la CDU alemana, y la apertura a coaliciones de gobierno con los ultras como las que funcionan en varios de los países europeos más desarrollados. Ambas posiciones tienen riesgos graves. La primera podría impedirle llegar a la Moncloa, incluso ganando las elecciones generales; la segunda daría al PSOE y la izquierda el más sólido argumento de campaña y le haría perder votos en el sector más moderado y centrista del electorado.

De un líder nacional se espera valentía para decidir ante un dilema tan trascendental y determinación para llevar a cabo la decisión adoptada. Feijóo no ha tenido ni lo uno ni lo otro. Intentó en un primer momento –inútilmente– postergar el asunto, como si la constitución de ayuntamientos y comunidades autónomas pudiera esperar a voluntad, para después lavarse las manos y dejar a los barones territoriales la facultad de decantarse en uno u otro sentido, como si cada barón no fuera deudor de su circunstancia y rehén de su interés.

En dos o tres días el barón valenciano se desarmó ante Vox, dándole una vicepresidencia y tres consejerías, y la baronesa extremeña se puso exactamente enfrente y contra Vox, jurando que jamás gobernará con machistas, xenófobos y homófobos. En medio, otros barones se relacionan con la ultraderecha en función de su contexto e interés particular. Vamos, lo que nunca debe hacer un partido político nacional.

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