Luis soñaba con un green tan grande como sus ojos verdes. Rodeado de birdies y albatros frente a la mar océana. Completó su mejor tarjeta en vida, al resto nos su ejemplo. Fue un segundo hermano de seis. Los segundos suelen ser más espabilados e independientes, apenas les paran bola, más si embocan en medio de una prole numerosa. Luisito era inteligente. De mente cartesiana y sensible. Carácter con temple. Imperturbable y con el chiste siempre a punto. La carcajada estruendosa. Buena cabeza para los números y las humanidades. Ingeniero ilustrado y viajado de Beijing al Gargantúa y Pantagruel de Rabelais. Juventud pasada por Madrid y Bilbao. Rolling Stones, Kings, Lou Reed, Jimmy Hendrix, Velvet Underground. Con el devenir de las responsabilidades se cortó la coleta. Se casó con la novia de toda la vida y se hizo cargo del negocio familiar hasta tomar su rumbo propio. Huía de los figuroneos de círculos de empresarios a pesar de ser un hombre de negocios solvente, querido y respetado. Habitual de la Costa del Golf, le traía buenos recuerdos de su infancia en Cenacheriland. Tenía una mano mágica con los animales de perros a gatos, desde que miraba desde su triciclo a las salamanquesas a las vacaciones de camping con su rebaño de tortugas y la cría de un cernícalo que le costó una rotura de muñeca. Verano de 1972 de susto y escayola. Cuando le dio por el golf frecuentaba los febreros y diciembres malagueños huyendo del frío. Con el golf amortiguó los palos del cáncer. Lo que no sabe es que nos dejó huérfanos, no solo a su hija , también a sus hermanos, hermanas y amigos. Se marchó un 8 de abril en pleno meollo del covid. Me sigo arrepintiendo de no haber tomado aquel AVE para visitarle en el hospital, poco antes del confinamiento morado, cuando el consejo de ministros se la cogía con guantes de látex. No me podía creer que estaba tan grave. Imposible. Dolor de no duelo. Desde entonces el carácter más cascarrabias y una escapada en el centro de la paranoia estival para presentar los respetos a sus muy queridas viuda e hija. Todavía no le hemos despedido del todo. Lo imagino disfrutando del hoyo de sus sueños donde el mar se funde con el cielo y la nostalgia de su recuerdo. Luisito: nos vemos a la final la partida.

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