La otra orilla

Fraternidad

La fraternidad nos lleva a buscar una nueva ética política que nos permita caminar juntos

Estamos observando cómo la izquierda anda destruyéndose a sí misma y, lo que es peor, destruyendo la posibilidad de un cambio de valores que sitúe a los más desfavorecidos en el centro de la vida política, que les ayude a vivir con mayor dignidad, con menos sufrimiento. Mientras las opciones de derechas son capaces de unirse para gobernar en Andalucía, la izquierda española anda empeñada en una lenta desaparición, que en nada ayudaría a que los que más lo necesitan salgan de la situación en la que se encuentran. El otro mundo posible de hace algunos años parece que va a quedar en un bonito eslogan, en un deseo lamentablemente imposible.

La situación es cada vez más grave porque los verdaderos problemas sociales: las desigualdades, la precarización del trabajo y de la vida, el empobrecimiento, el acceso a una vivienda, la exclusión siguen sin afrontarse. No acabamos de darnos cuenta de cómo el neoliberalismo y su idolatría del dinero están socavando de raíz la vida de tantas personas... El individualismo se ha impuesto como principio práctico de la organización social y económica, envolviéndonos en falsas identidades que nos enfrentan cada vez más y nos alejan de la justicia y del bien común. Hemos olvidado la conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua, de un futuro compartido. En definitiva hemos olvidado la idea de fraternidad universal.

Seguimos hablando de libertad, de justicia, de igualdad, pero no hablamos de fraternidad, hemos olvidado esa idea y con ello nos hemos olvidado de los pobres, de los excluidos, de los descartados, de lo único que puede dar sentido humano a las instituciones y que nuestro comportamiento político sea distinto. Entender al otro como mi hermano hace que lo sintamos como parte de nuestra vida, que lo acompañemos en sus dificultades, que asumamos como nuestros su falta de trabajo, sus dificultades para encontrar una vivienda digna, para llegar a fin de mes, su sufrimiento. La fraternidad nos lleva a buscar una nueva ética política, que nos permita caminar juntos para encontrar respuestas reales a los problemas y a las necesidades sociales, nos permite desarrollar un diálogo sereno, desde la diversidad, desde la humildad, desde la escucha del otro, porque sólo desde ahí oiremos el clamor de los pobres, el grito de los excluidos y empezaremos a poner los cimientos para la construcción de ese otro mundo posible.

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