luces y sombras

Antonio Méndez

Gran 'prix'

TENDREMOS que aprender a correr más". De todas las reacciones juveniles al anuncio de la supresión del botellón en las calles de la capital malagueña a partir de este jueves, esa frase pronunciada por uno de los jóvenes que asistía en la madrugada del domingo a la última cita oficial en el Paseo de los Curas, es una de las más me ha llamado la atención por su naturalidad.

Con las clases finalizadas y muchas horas al día por delante para aburrirse por exceso de ocio, el Ayuntamiento de Málaga, sin quererlo, acaba de ofrecerle a una parte de la juventud malagueña una aventura irrechazable para los fines de semana del verano, porque es consustancial con la edad. Y ésta sí que es una propuesta mucha más atractiva que esos inútiles talleres para aprender a ligar u otras insípidas actividades alternativas que la administración inventa para convencer sin convicción a los posibles practicantes de que hay cosas más entretenidas por la noche que tomarse cuatro copas y vacilar a los colegas: acudir a la capital para burlar la prohibición.

El aliciente en juego es atractivo, escapar de la multa de 300 euros que apoquinará el que pierda la competición y que, al fin y al cabo, en la mayoría de los casos saldrá del bolsillo de los padres. Así que, como en el top manta, se conformarán equipos expertos en detectar la presencia de los agentes, con el problema añadido de los camuflados, y los grupos participantes se dotarán de artilugios para camuflar sus consumiciones o en toda caso, aligerar el peso de los envases para escapar cuando se aviste al enemigo.

Hasta que el juego aburra o la presión administrativa afloje su tenaza. El Ayuntamiento de Málaga nunca debió organizar un botellódromo oficial financiado con las arcas públicas. Pero esa evidencia es tan cierta como que una costumbre tampoco se cambia por decreto y menos cuando se le da un aliciente especial para mantenerla.

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