Hacer alguien el oso: exponerse a la burla o lástima de la gente, haciendo o diciendo tonterías". En estos días de montañas de risas patrocinadas por la Cabalgata de Cádiz, la RAE nos sorprende con esta maravillosa definición, mitad catastrófica predicción maya, mitad refuerzo de que cosas como la del pobre oso polar descoyuntado van cosidas a nuestro ADN. Bromas aparte, hemos asistido a un brillante ejercicio de patriotas. Y antes de avanzar más, con lo polarizada que tenemos esta sociedad, debo insistir en lo de patriota y en no confundirlo con patriotero, que es ese cajón desde donde algunos cogen las etiquetas rancias para llevarse ese adjetivo a donde políticamente les conviene.

Como decía, aunque todos nos riamos con/de él, el oso de la cabalgata somos todos. Cómo no, la nueva y esplendorosa cascada de memes nos recuerda que el lazarillo de Tormes sigue siendo el padre de nuestro sentido del humor y de que afrontamos la realidad siempre a golpe de chascarrillo. Lo que no sé es cómo Ibai, el inventor del mundial de globos, no ha movido ya el de memes; no nos cabría tanto trofeo en las vitrinas.

Pero, en serio, hay tantas trazas españolas en ese oso… Porque la persona que iba bajo el disfraz, pese a la dislocación, seguía haciendo su trabajo de desfilar con suma profesionalidad, como esa legión de personas que anteponen el trabajo a su salud y acuden a la oficina a cumplir con sus obligaciones, aunque tengan el cuello destrozado. En ese oso también veo al español que sigue haciendo su vida con una seria dolencia a la espera de que el lentísimo servicio sanitario lo llamen para su consulta u operación.

Veo en el oso polar de cuello firme que desfila al lado del malherido, sin hacer nada por ayudarlo, esa individualidad que mancha nuestras relaciones sociales o con el compañero de trabajo. Leo en las declaraciones del responsable de la empresa (malagueña, por cierto) más lamento que capacidad para saber reírse de sí mismo, oigo a colectivos pidiendo dimisiones que no llegan como si el oso fuera un asunto de estado y veo a políticos sin asumir ninguna responsabilidad, como es menester en su rutinario arte del escaqueo, y la escena no puede ser más propia de nuestra política diaria.

Veo a los días de la cabalgata un lamentable acto de recreación en Sálvame con bastante share porque así es nuestro país, adicto a los macrófagos programas del corazón. Solo nos ha faltado que el oso más famoso de España, el del madroño, se diera de baja de ir a la Puerta del Sol por depresión o vendiera una muy bien pagada exclusiva a la prensa del corazón contando que se siente ignorado desde hace unos días, que a él no le han hecho tanto caso como a su homónimo polar gaditano o que está sopesando seriamente ir a tributar a otro país dado el cariño que ya no siente aquí. España, somos un país maravill-oso.

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