Monticello

Víctor J. Vázquez

vvazquez@us.es

Hegemonía

La España bolivariana era y es constitutivamente imposible. Se trata de una idea que carece de ecosistema

Parece que fue hace una eternidad cuando unos jóvenes universitarios, leídos de Laclau, tras el turismo revolucionario en las américas, y al amparo de la crisis económica, decidieron indultar la palabra populismo, y, bajo el carisma de una coleta y un nombre asertivo, podemos, soñaron un peronismo español. Aquella España era un país empobrecido, corrompido y hastiado, pero no miserable y fallido. Con ese error de cálculo no se pudo asaltar el cielo, sí acceder al gobierno, desde el cual se ha hecho un ensayo inédito de populismo impopular. El Podemos partido de gobierno se instaló en el narcisismo del gueto ideológico, en un metalenguaje clerical que ha fracturado la unidad de la izquierda en torno a sus principales activos, especialmente el feminismo. A esa impopularidad se suma la de un presidente alejado de las consecuencias de su descaro institucional y del peaje electoral que implica la combinación de severidad con la oposición a su partido y connivencia con la oposición a España como país. Todo esto ha nutrido un populismo de sesgo contrario que va desde Vox al muy cañí comunismo o libertad, asimilado acríticamente por muchos de nuestros intelectuales liberales, y capaz de construir una jerga popera como la izquierda no pudo. Será difícil concienciar del éxito cierto de la agenda social, allí donde ya cantan los chavales que te vote Txapote y es tendencia el meme de Sánchez con cuerpo de can.

La España bolivariana era y es constitutivamente imposible. Se trata de una idea que carece de un ecosistema social, político y jurídico que haga viable su proyecto en Europa. Muy al contrario, el populismo reaccionario no es una conjetura. Más allá de los bastiones polaco y húngaro, la internacional reaccionaria europea presume de triunfos en las legislativas francesas e italianas, es determinante para la formación de gobierno en Finlandia, y en Alemania es ya la segunda fuerza en intención de voto. Esta corriente populista fue clave para la salida de la Unión de Reino Unido, y en las elecciones al Parlamento europeo de 2024 puede mostrar su fuerza y retratar las dificultades de la Unión en un contexto de hegemonía cultural reaccionaria. Europa, en tanto paradigma de racionalidad, comprometido con el consenso de postguerra, es para todas estas corrientes reaccionarias, a pesar de las diferencias entre ellas y de su distinta visión de la relación con Rusia, el principal estorbo. También lo era para Podemos, un partido ya insignificante que nunca tuvo posibilidad material de crear una hegemonía.

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