Estaba cantado. El juez de silla lo vio claro desde su atalaya y, dispuesto a que no se le subiera a las barbas como intenta de forma recurrente, sentenció que la bola no había entrado. Cabía el recurso al ojo de halcón del tribunal, pero este ha sentenciado de manera inapelable. Que les parece muy bien que sus abogados se hubieran equivocado a la hora de rellenar el papelito de entrada y pusieran que sí donde tenían que poner que no. Que ya tiene un motivo para pedirles daños y perjuicios por incumplimiento contractual. Pero que tiene que irse y se va sin jugar. Que las reglas no existen solamente dentro de la cancha, sino en todo el país, y las que rigen la entrada no las dictan los organizadores de un torneo, sino el gobierno empeñado en ese otro partido maratoniano que lleva meses jugándose contra la Covid. De primero de parvulitos si no fuera porque hay individuos que, instalados en la élite de sus respectivos mundos profesionales, creen que viven al margen o por encima de ese mismo mundo que les ha encumbrado. Y Djokovic está resultando un niño mal criado, cuando no un poco cínico o hipócrita. Porque si no es así, cómo calificamos su comportamiento cuando lo vemos con perspectiva. Cuando recordamos que, en junio de 2020, en plena explosión de la pandemia organizó un torneo de tenis, con su correspondiente fiesta, que acabó con un rosario de contagios. Entre ellos, el del propio tenista. Parecía que había aprendido, pero a lo largo de este sainete ha terminado reconociendo unos días antes se fue a una entrevista después de saber que era positivo y a un encuentro con jóvenes antes de conocer el resultado de la PCR. O miente, o hace gala de toda la irresponsabilidad que al resto de la humanidad se nos pide que no tengamos.

Del 26 de abril al 8 de mayo se celebrará el Mutua Madrid Open de tenis que el ayuntamiento anuncia con el reclamo publicitario del tenista serbio. Su alcalde ha manifestado que la presencia del deportista es una garantía para el éxito de público para, a reglón seguido, aclarar que la decisión sobre su asistencia depende del gobierno. Lo que no es del todo cierto. Depende del tenista y de su decisión de vacunarse. Como la llegada del resto de personas que vienen a España depende de la que ellos toman. Almeida lo sabe, igual que sabe otras dos cosas: que jugarán suficientes estrellas del tenis que sí están vacunadas y decir huevo con la boca cerrada.

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