Un cuarto de millón de pacientes fue ingresado en un hospital a causa de la COVID: casi el diez por ciento de ellos necesitó cuidados intensivos. El coste medio por ingreso en cama fue de 5.822 euros y en UCI sobre 19.000. La factura de la pandemia para la Seguridad Social fue de 28.800 millones, el 67% para los ERTES y el paro. Sin solución de continuidad, los países de la UE han gastado 500.000 millones -España 35.000- en ayudas a familias y empresas para hacer frente a la crisis energética y la inflación provocada por la guerra de Putin. A la vista de todo ello resulta incomprensible que el eje del debate político en nuestro país sea la supresión y bajadas masivas de impuestos. Cuando reclamábamos la intervención pública para evitar la destrucción del tejido social y económico, todo fuimos keynesianos, pero ahora somos neoliberales seguidores de Hayek (santo patrón de Thatcher). Entonces, la cúpula empresarial alababa el Estado intervencionista y la derecha política y mediática exigía las ayudas y dos huevos duros más. Pero hoy se escandalizan por el impuesto, al parecer coyuntural, a las grandes fortunas propuesto por el gobierno. Parece claro que la derecha ha fijado con habilidad el marco del debate con sus "rebajas fiscales" y según Lakof, una vez fijado, incluso cuando lo negamos, también estamos evocando el marco. Añadía que si unimos el término fiscal a una palabra como alivio (para que haya alivio tiene que haber previamente una desgracia) el resultado, alivio fiscal, es una metáfora de los impuestos como una desgracia; la persona que los elimina es un héroe, y cualquiera que trate de impedirlo será el malo de la película.

Si todos se han puesto a bajar impuestos, debe ser que en las encuestas así lo aconsejan. Después de lo experimentado en los últimos dos años resulta un misterio que tal estado de opinión se haya asentado entre la ciudadanía. Algo tendrá que ver que la derecha lo haya convertido en un elemento de identidad frente al enemigo, como ya hizo Ayuso en las elecciones madrileñas. La pregunta que debemos hacernos es cuántos de los 250.000 ingresados podrían haber pagado su estancia hospitalaria; o cuántas empresas habrían sobrevivido sin las ayudas o cuántos trabajadores resistido la crisis sin las prestaciones. Que suprimir impuestos sea, al parecer, una baza electoral imbatible es algo que escapa a toda lógica. A mí, permitan que les diga, me parece inmoral.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios