UN importante empresario turístico me confesaba asombrado este pasado miércoles que la ocupación prevista para esta primera quincena en su hotel de Torremolinos, horas antes de comenzar julio, era del 53%. Dos días después el establecimiento tenía cubiertas el 83% de sus plazas, treinta puntos más, y confiaba en mantener como mínimo un porcentaje similar el resto del mes.
Somos una potencia turística mundial, pero nos hemos dado cuenta de que la realidad desborda los hábitos conocidos. Y hemos de felicitarnos porque por fin la Junta asuma la importancia de este sector crucial para la economía andaluza, con un 12% de su riqueza. Siembre contemplé con asombro que el Gobierno andaluz tratara esta asignatura vital como una maría. Se daba siempre por aprobada porque los visitantes llegaban solos, atraídos por el clima o las playas. La Consejería de Turismo existe como tal desde 1996 y el PSOE la utilizó como moneda de cambio con el PA, en los acuerdos de gobierno. Lo que muestra a las claras la importancia estratégica que le otorgaron durante varios lustros los socialistas a esta materia.
Ahora las consejerías de Turismo e Innovación han sellado una alianza interdisciplinar para desarrollar un centro pionero que tome la vanguardia y elimine sorpresas como la que se llevó este mes el hotelero. Un laboratorio en colaboración con la Universidad malagueña para crear inteligencia turística. La sintonía y las estrechas relaciones de los dos consejeros en liza, Luciano Alonso y Martín Soler, aseguran que esta necesaria apuesta no se verá perjudicada por ningún absurdo protagonismo.
Pero la iniciativa no es suficiente. El turismo debe empapar transversalmente a toda la Administración autonómica. La ordenación urbanística, desde los campos de golf a la construcción residencial o los puertos deportivos. La formación profesional, el inglés en la escuela, el saneamiento, las comunicaciones hasta la programación cultural. Hay que sacar matrícula.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios