La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Investidura

El viraje de Sánchez ha reabierto el debate en el PSOE. Vuelta a Suresnes. Allí dejaron de ser marxistas

Un debate de investidura que perpetúa bandos más que pactos. Una forma de entender la política concentrada en fortalecer las barricadas que forman las ideas, y que corre apresurada a restregar sobre la faz del rival la victoria numérica en el Congreso, con la pírrica suma de un par de síes más que de noes. Como consecuencia, no será difícil atisbar un desastre temprano de aquello que se quiere gobernar.

A Sánchez más que inspirarle una tierna intención de desbloquear la situación política española, le pone hacer de la bandería ideológica un muro que nos distraiga de sus numerosas mentiras, que no nos permita pensar en sus acuerdos, los que le quitaban el sueño a él y al 95% de los españoles; pactar con los que segaron la vida de 856 compatriotas, o con los que miran a España con odio permanente. Que su acción gubernativa y los agujeros que acarrea al déficit público, vuelva a ser esa manera de despilfarrar lo que no se tiene, con sectarismo dadivoso y pueril. Ya vendrá después quien cosa los rotos que el progresismo insostenible deje en el presupuesto.

Porque la lógica de su propuesta no es la ideal sino la ideológica. De ahí que dediquen su constancia a marcar distancias más que a tender puentes que eliminen barreras; a aplaudir con Bildu y a hacer cosas que nos helarán la sangre. Gobernarán construyendo barricadas contra la religión católica, avivando el gerracivilismo atemporal y permanente, con una constante provocación que afine los odios y exacerbe territorios y fronteras. Porque para ellos lo que une no es tan electoralmente rentable como lo que nos separa.

Si el marco legal no les permite hacer de su capa un sayo, convertirán la ley vigente en un enemigo flagrante al que extirpar las cláusulas que achiquen sus privilegios. Declararán la guerra a lo que interrumpa sus batallas, y trampearán desde su trinchera a los jueces que no juzguen con vara progresista.

Porque su superioridad no se discute, se acata. No habrá quien pueda doblegar su voluntad política. Ni siquiera la ley. Matarán a Montesquieu, si es que no está ya muerto. Y sostendrán con la columna de todos el dintel de su propio trono. A la diferencia la llamarán intolerancia, y será una osadía facha llegar a pensar por uno mismo, sin su permiso progresista.

El viraje de Sánchez ha reabierto el debate en el PSOE. Vuelta a Suresnes. Allí dejaron de ser marxistas. Ahora, desde Pedralbes, discuten si ser socialdemócratas, socialistas o sanchistas. Y en qué orden.

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