Confabulario
Manuel Gregorio González
Zapater y Goya
Gafas de cerca
A falta de una palabra alternativa que no sea una frase perifrástica o algo incomprensible, utilizaremos la especie invasora "transversal", que pronto formará parte del voceo comercial de mercadillo: "Señora, a cinco leuro, a leuro, llévatela, usted, la lencería más íntima, elegante y transversal, mis saltos de cama no distinguen de edades ni de clases sociales". Pues si ha habido en el debate público patrio un asunto transversal en los últimos tiempos, ése ha sido el obregonazo. No se ha hablado de otra cosa, ni con tanto corazón y con tan poliédrica perspectiva: ética, antropológica, generacional, legal, familiar, de género y otras varias ópticas sobre la gestación subrogada que ha pagado la inefable Anita, alias "la fantástica". A estas alturas ya se la ha llamado de todo; más que nada "abuela" a modo de bofetón sin mano, como si a la mitad de la tropa no la hubiera criado en buena medida sus abuelos. En este toma y daca, de lo más atractivo ha sido el afán de zafarse de su coincidencia en el no rotundo a tal forma de ser madre de, por un lado, la izquierda irredenta y el feminismo hegemonista y, por otro, allá en la otra esquina, de la derecha de carótida y la ortodoxia religiosa y familiar. "¡A mí que no me confundan con esos (perroflautas) (fachas)!". En fin, puede que haya partido y liga más allá del Villabajo F.C. y el Villarriba United.
Ha resultado curioso que -deduzco tras rastrear- el debate les haya importado un soberano comino a las cohortes de edad más jóvenes. Lo cual retrotrae a una noticia del domingo que ha quedado en tercer plano, tanto era el fragor ventral (de vientre, del de alquiler; no de tripas, que un poco también). Según el reportaje, los jóvenes, en concreto los adolescentes, leen más que nunca. Es más; entre los lectores, son las franjas de menor edad las que más libros de cualquier formato consumen en España, en concreto el segmento llamado young adults ("jóvenes adultos"). Cómo te quedas, con lo pesados que nos ponemos cuando pasamos el punto de inflexión vital y echamos de menos una supuesta arcadia feliz, y erre que erre con que los chavales son adictos a tontadas en la pantalla, unos ignorantes, con lo mucho que -oh, engaños de la melancolía- nosotros leíamos... ¡casi sin pausa, y con gran criterio moral y formativo! Y no es así: hay y había de todo entre los jóvenes. Cuando los mayores se enzarzan en debates encendidos sólo porque la interfecta es una famosa, los nuevos los ven distantes. Unos pesados, con sus mitologías de mesa camilla hechas bondad y ley.
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