Cambia, todo cambia

Juana Rivas

En estas situaciones lo exigible es que prevalezca el interés y la seguridad de los menores

Cuando los Reyes Católicos conquistan y colonizan Al-Andalus deciden expulsar a quienes no se conviertan a su religión. Posteriormente, incumpliendo los tratados de rendición, legalizan y promueven el maltrato y aniquilamiento sistemático también de quienes se habían visto forzados a cambiar de fe para sobrevivir: la población morisca y judía conversa. Si no comían cerdo les acusaban de infieles y si lo comían les acusaban de estar fingiendo.

En pleno siglo XXI a las mujeres todavía les ocurre algo parecido. Si no cuidan a sus hijos, según los convencionalismos sociales, las acusan de malas madres; y si los defienden de maltratadores y abusadores, las llaman locas. Y es que los guardianes de las esencias patrias, pretendidos herederos de los Reyes Católicos, siguen teniendo una visión colonial del cuerpo y de la vida de las mujeres, en la que éstas son consideradas seres de segunda categoría a conquistar y dominar, como en su momento ocurrió con los pueblos que vivían en Al-Andalus.

Afortunadamente, al igual que los moriscos de las Alpujarras, ellas no sucumben al miedo y al odio, y deciden enfrentarse a lo que sea necesario para evitar que sus criaturas sufran. Juana Rivas es un buen ejemplo de esta realidad pues está librando una desigual pelea contra un exmarido condenado por violencia de género que ha sido acusado de agresión a sus propios hijos, algo demasiado común en estos casos.

En estas situaciones lo exigible es que prevalezca el interés y la seguridad de los menores tal y como señala la Ley, pero la realidad es que este principio elemental se ha ido perdiendo en la maleza judicial internacional, al tiempo que la madre al ser encausada por graves delitos, se ha visto obligada a entregar lo que más quiere a quien la maltrató.

El problema de fondo no es sólo la dureza de la situación actual, sino el riesgo de que los niños sufran mayores traumas o que incluso el maltratador pueda llegar a una situación más extrema. Este año van 43 asesinadas por violencia machista en nuestro país y en algunos casos los hombres han asesinado también a sus hijos.

Si hoy los genocidios pasados como el de los judíos nos parecen inadmisibles (el de los moriscos lo han escondido más), no podemos permitir que a estas alturas del siglo XXI todavía se siga acusando a las víctimas en lugar de acabar con el feminicidio, con los abusos y las violaciones que lastran nuestro mundo.

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