La celebración del Día de la Bandera el 4 de diciembre ha despertado viejos demonios. Celos, orgullo y resentimientos. Todos los partidos desean reescribir la historia del proceso autonómico, idealizar su papel esos 45 años y borrar o emborronar los méritos de los demás. Arriman el ascua a su sardina. Ya pasó el domingo. El equipo de espectáculos institucionales de San Telmo es reincidente. Ya quiso en la toma de posesión de Juan Manuel Moreno imitar la entronización de los presidentes americanos. Pero el equivalente al Capitolio es el edificio de Las Cinco Llagas, la sede del Parlamento andaluz, donde también debió celebrarse el homenaje a la bandera.

Asistimos a la construcción de un nuevo régimen que espera durar décadas. Juanma I el Abanderado pretende ser el primero de una dinastía. Y empieza los cimientos a lo Luis XIV, estableciendo que Andalucía es él. Él y su circunstancia, ese palacio del chozno del Rey Sol, el duque de Montpensier. Trata de reconstruir la historia con oropel. La derecha en el poder oculta que sus antecesores de Alianza Popular no participaron en la movilización de 1977 y se agarra a la prestigiosa figura de Clavero. Y se aferra al pedigrí de los antiguos líderes del PSA, para dotarse por ósmosis de un currículo. La foto de los envejecidos Rojas Marcos, Núñez, Ortega o Hurtado con los cuarentones o cincuentones del PP parece un déjà-vu de los 70, de los líderes del PSA con los viejos lugartenientes de Blas Infante, Lemos, Álvarez Ossorio y Rodríguez Escobar.

Es lógico que Rojas Marcos quiera a los 82 años reivindicar la labor de su grupo en la dinamización de una conciencia regional desde los 60. Los socialistas se la negaron, acaparando todo el protagonismo para su larga era de mando y difuminando hechos relevantes. Por ejemplo, que Escuredo el líder carismático que arrasó con 66 diputados en las primeras autonómicas, reivindicado por el PSOE-A estos días, sólo duró en el cargo de presidente un año y siete meses. Y a su sustituto, Borbolla, lo echaron los guerristas a los seis años, de mala manera. Ahora ha hecho las paces con Guerra. Pero en el segundo tomo de sus memorias, Dejando atrás los vientos, Alfonso Guerra acusa a Borbolla (página 347) de haber filtrado los papeles del caso Juan Guerra: "Según algunas informaciones, es José Rodríguez de la Borbolla quien suministra los documentos -dicen que conseguidos por su esposa- al director de Abc de Sevilla", cita literal.

El PP dedica Canal Sur a la propaganda gubernamental, como antes hizo el PSOE. Con protocolo y propaganda pretende reducir la etapa socialista al caso de los ERE, corrupción y desgobierno. También resulta injusto. Con la fiesta de la bandera el oportunismo de Moreno alcanza máximos. Al pedir desde el poder ejecutivo, en solitario, que todos los andaluces marchen juntos tras la verde y blanca, el presidente estaba parodiando al suegro de Montpensier. Parecía decir: marchemos francamente, pero yoel primero por la senda del andalucismo.

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