Entre los análisis y comentarios sobre la moción de censura de Vox, me ha parecido especialmente interesante el punto de vista que adopta el periodista Enric Juliana que aborda los hechos desde su genealogía. Parte de un cuadro situado a la entrada del domicilio del candidato Tamames, una obra del pintor Álvaro Toledo titulado "La tertulia de Antonio Herrero", en el que está representado el grupo de periodistas e intelectuales conocidos como el "sindicato del crimen". Un nombre -que Juliana atribuye a Juan Luis Cebrián- del que, lejos de molestarles, alardeaba aquel grupo que, conjurado para defenestrar a Felipe González, estaba muy bien relacionado con la magistratura, la policía y los servicios secretos: en su libro sobre González, cuenta Sergio del Molino que, en una reunión constitutiva del grupo celebrada en Marbella en el 94, uno de los congregados alzó su copa por el sindicato del crimen, a lo que los demás gritaron al unísono ¡por el sindicato del crimen! El cuadro es del 96 y representa al grupo exultante por la reciente derrota de González. En una de sus esquinas aparece Tamames y en la opuesta Sánchez Dragó, protagonista e inspirador respectivamente de la esperpéntica moción de censura. En lo sucedido esta semana en el Congreso hay una buena dosis de gamberrismo político.

No reunía ninguna de las condiciones de una moción constructiva: ni candidato real, ni programa, ni nada que fuese mínimamente creíble, ni serio. Una broma urdida entre chanzas y copas en la sobremesa de una mariscada. Un comportamiento propio de esa derecha castiza que se cree dueña del poder y del gobierno del país. La misma que en los noventa representó con éxito el mencionado sindicato del crimen. En el año 98 explicaba José María Ansón, uno de sus más destacados componentes: "había que terminar con Felipe González. Al subir el listón de la crítica se llegó a tal extremo que se rozó la estabilidad del propio Estado. Era la única forma de sacarlo de la Moncloa". Los mismos, aunque no todos, lo repitieron tras perder el PP las elecciones, cuestionando la legitimidad de la victoria de Zapatero mediante una delirante teoría sobre la implicación del PSOE, la policía y la fiscalía en la autoría de los atentados del 11M. Ahora el gobierno de coalición y su presidente, a los que califican de totalitarios, son el objetivo de esos que Juliana llama unidad de combate. Lo de la moción de censura sólo ha sido una broma pesada.

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