28 de octubre 2023 - 00:15

En este tiempo de negociaciones discretas, palabras medidas y tensa espera se da uno cuenta de que, precisamente, el paso de los días y el silencio incrementa la incertidumbre y la necesidad de un nuevo gobierno. De hecho, el tiempo y la larga espera se convierten en los enemigos de Sánchez de la mano de una amnistía, cuyos términos se desconocen todavía. Eso sin hablar, por supuesto, de las condiciones y reivindicaciones –también desconocidas- que formarán parte del acuerdo o pacto para hacer posible la investidura o el futuro gobierno.

Los que destacan únicamente en todo este proceso la ambición de Sanchez y que su único objetivo es conservar el poder, no deberían olvidar que lo que se dirime aquí es también una gobernabilidad basada en una estrategia, eso sí arriesgada que intenta resolver la cuestión catalana y conduzca a un pacto de legislatura que desbloquee el problema territorial que tenemos en nuestro país. Es evidente, que un pacto de esta naturaleza debería de emprenderse en otras condiciones políticas más óptimas que ahora no existen: aquéllas en las que el PP y el PSOE participaran conjuntamente en las negociaciones de este problema. Sin embargo, como hemos visto desde las elecciones del 23 J hasta hoy la distancia entre ambos líderes y partidos es sideral. Las cosas podían haber sido de otra manera, sin embargo, hoy la amnistía se ha convertido en la palabra que genera malestar y división entre los españoles, la clave de la oposición del PP, el eslogan que une y moviliza a sus manifestantes en contra de Sánchez.

La amnistía se está convirtiendo en una de las claves de la formación de un gobierno posible pero también en un factor de división y malestar nacional y, por tanto, de desgaste de la investidura. Como decía al principio, la larga espera y los silencios sobre un acuerdo todavía desconocido está polarizando la opinión pública. Esta semana, el Gobierno ha cerrado un pacto con Sumar, con contenido social, y que parece un paso en la buena dirección en lo que se refiere a su socio de coalición con la izquierda. Si Sánchez quiere gobernar necesita un socio en la izquierda más estable que en la legislatura anterior y que apoye conjuntamente las decisiones del gobierno.

Por todo ello, quizás haya llegado el momento no de agotar el tiempo de las negociaciones, si no de plantarse y dejar de depender de Puigdemont y de Junts y de presentar pronto las medidas de gracia –como Ley de Amnistía o no-, nueva financiación y nuevo Estatuto de Autonomía, que debería ser sometido a referéndum en Cataluña como prevee la Constitución. ¿Qué ocurriría si Sanchez convocara una sesión de investidura y, entre otras cosas, propusiera esto? Como afirmó Soledad Gallego-Díaz en El País, “es posible que Junts (y detrás, ERC) negara su voto y provocara nuevas elecciones, pero también que comprendiera que ni el momento ni sus expectativas justificarían esa decisión”.

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