Resulta chocante que la izquierda de la izquierda se haya escandalizado ante el supuesto desaire de Felipe VI a una espada, aunque sea la del libertador. Otros afirman que sí se levantó de forma respetuosa y que solo hubo un malentendido protocolario. Lo difícil de entender es que cuando sólo hay amenazas en el horizonte un asunto tan anecdótico merezca tanta conversación. Tampoco entiendo qué pinta la izquierda criticando que, supuestamente, el rey no rindiese el debido culto a una espada. Como tampoco acabo de comprender que un gobierno de coalición formado por un partido de inclinación federal y otro con visión confederal, se meta en problemas por no compartir con los gobiernos autonómicos un plan que, en buena parte, necesitará de las competencias autonómicas para su ejecución. Lo peor es que, al centrarse el debate en la cuestión institucional, la derecha ha eludido sin dificultad posicionarse sobre el asunto central: si hay o no que tomar medidas de ahorro energético. Dado que los ejecutivos autonómicos del PP gobiernan sus comunidades haciendo de oposición al gobierno central, como voceros de Núñez Feijoó, no tiene mucho sentido facilitarles el trabajo. Sin olvidar, por otra parte, que la estabilidad parlamentaria obliga al gobierno privilegiar el diálogo con determinadas autonomías. Desde su reciente nombramiento, no hay rueda de prensa de un consejero, o del mismísimo presidente de la Junta, que no tenga como asunto central una exigencia al gobierno de la nación. No hace mucho Moreno Bonilla exigía a Pedro Sánchez un plan contra la sequía. La necesidad es evidente, pero un plan de esa naturaleza exigirá también medidas drásticas. Aunque por la forma en la que lo planteó el presidente andaluz, me temo que la idea sea pedir un plan para hacer recaer sobre Pedro Sánchez la inevitable impopularidad de las medidas. No es difícil imaginar a los mismos de las corbatas insumisas a las medidas de ahorro energético, haciéndose "graciosos" selfis llenando piscinas de plástico y regando el césped frente a las medidas contra la sequía. Por muy infantil que parezca todo esto, lo cierto es que ya se practicó con éxito durante la pandemia. Si bien el gobierno central no acertó al pasar en un momento determinado la responsabilidad a la CCAA, algunas de estas actuaron con una deslealtad desmedida en un contexto de máximo riesgo. Demasiado reciente para no haber aprendido la lección.

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