Notas al margen
David Fernández
Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
EN el mercado de las drogas, las leyes económicas siguen su dinámica normal: una diversa y abundante oferta es efecto directo de una demanda que se resuelve en un consumo que, por sus propias características, se convierte en necesidad psicológica y bioquímica, definiendo lo que es una adicción.
Actualmente, utilizando internet como camello legal, se está desarrollando la oferta de unas drogas que se presentan con perfiles atrayentes, inocuas, baratas y de fácil adquisición: son sustancias que se denominan legal highs y que garantizan un "subidón" al desencadenar, de manera rápida, cómoda y directa, unos estados gratificantes de conciencia.
Pero, ¿qué son estas legal highs? Son compuestos químicos psicoactivos que se presentan como productos naturales en forma de sales de baño, pastillas, inciensos, hierbas, etc., y así eluden el control sanitario. Según el último Eurobarómetro, que recoge la organización Energy Control, "el 5% de los jóvenes españoles entre 14 y 24 años afirman haber consumido alguna vez este tipo de sustancias". En los análisis efectuados se ha detectado el MDPV (metilendioxipirovalerona), que actuando como inhibidor de la recaptación de noradrenalina y dopamina determina unos efectos estimulantes y alucinógenos, que se asocian a los afrodisíacos y eufóricos; desde el año 2010 se venden sales de baño con esta sustancia. También la presencia de lidocaína y cafeína son comunes, aunque la variabilidad de la composición química de estas drogas recreativas responde a una adaptación a la demanda y sus circunstancias. De cualquier forma, su propaganda en internet es: a) incompleta, ya que no informa de los efectos negativos o secundarios, contraindicaciones, reacciones adversas, interacciones con otras sustancias, sobredosificaciones, etc., aunque en letra pequeña ¿avisa?, "no es apta para el consumo humano" o "no dejar al alcance de los niños", b) engañosa, pues el aspecto legalizado de la oferta no implica la inocencia de sus efectos que de alguna manera los intenta camuflar, sin valorar que lo legal no tiene que ser necesariamente bueno, y lo bueno no necesita ser legal para tener esa cualidad, c) peligrosa, pues con lo anterior, relativiza el riesgo de enganche e incluso se acepta como un remedio terapéutico que se puede utilizar rutinariamente, d) perversa, porque un número importante de los consumidores se encuentran en edades prematuras, rozando los límites inferiores de la adolescencia, precisamente en la época existencial más importante del ser humano: es un periodo de los grandes movimientos hormonales y químicos que condiciona el mundo afectivo, emocional y sentimental, y que necesita una "tranquilidad" cerebral para que el desarrollo neuronal se realice de manera armónica y equilibrada: las alteraciones en esta fase pueden ser determinantes para la salud psíquica y, e) crean una querencia, una añoranza de esa experiencia positiva que potencia fácilmente las motivaciones y argumentos para repetir el consumo.
¿Qué hacer? Cualquier droga tiene la potencialidad de ser remedio o veneno dependiendo de la dosis y su correcta indicación terapéutica, por lo que el problema no se encuentra en la sustancia sino en el uso que la persona hace de ella. La información selectiva y científica es una de las medidas que pueden ayudar para que las personas conozcan las drogas que utilizan y sus consecuencias, pero que se tiene que completar con el abordaje de los múltiples factores de riesgo que existen en las estructuras sociales, familiares, laborales y sanitarias. Por esto, es necesario la implicación de todos, y nadie se puede sentir ajeno a un problema que tiene uno de sus puntos débiles en el terreno de las ideas, de los conceptos y de los valores, es decir, en la mente del ser humano. Desde luego, una actitud de indiferencia, despreocupación o ambigüedad, señala un mecanismo de defensa para situar el problema en el plano social y alejarse del compromiso y la responsabilidad personal. Y porque no es "una cosa de los tiempos sino de los hombres" puede ser necesario cambiar la pregunta de "¿qué hace o quiere la juventud?", y sustituirla por "¿qué hacemos o queremos nosotros los adultos?", pues ellos son imitadores de lo que ven. Es una juventud que, en ocasiones, se encuentra desorientada y sin tener misión alguna, con políticos, padres, filosofías o religiones que ni le emocionan ni entusiasman, y un espíritu que se dispersa y entretiene en una sociedad tecnológica que, al ofrecerles objetivos inmediatos y transitorios, le hacen dudar en asumir compromisos duraderos, y les invita a una vida epidérmica y sin sentido.
Realmente si no buscamos soluciones, estamos fabricando más problemas.
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