Liberar los libros

Ya no se sabe si con tanto museo el Consistorio quiere ensanchar el espíritu de los malagueños o colocar cebos a los cruceristas

Acualquier cosa la llaman cultura. Cierto que hoy se ruedan películas de superhéroes divertidas y hasta con "recao", pero va una diferencia de la cultura a la industria cultural. Los periódicos le guardan un suplemento y proporciona alguna concejalía al afiliado con graduado escolar pero en verdad la agenda política le dedica menos hojas que a la educación, y ya es decir. La Biblioteca Provincial de Málaga no tiene dónde meterse; le iban a buscar un sitio apreciable pero lleva años languideciendo en un como almacén de la Avenida Europa; todo lo han copado los museos. Nada hay que reprochar a los museos pero ya no se sabe si el Ayuntamiento quiere ensanchar el espíritu de los malagueños o colocar cebos a los cruceristas. El valor actual de las bibliotecas no es el de hace veinte años: con internet lleno de piratas y amazónicos, agenciarse un libro resulta demasiado fácil. Formando parte de un centro cultural como el de calle Ollerías tendría otras funciones pero en el edificio actual hay un poco de ruido y algo de peste; y la letra con peste no entra.

Si la cultura es la hermana fea de la agenda, la lectura ya es la hija tonta, que sale tan cara. No encaja con la política porque individualiza. En el mitin o el piquete informativo, bien tribalizados, se canta y se hacen autorretratos, pero leer… A la palabra escrita le pasan hoy cosas muy curiosas: las redes sociales la democratizan y también la devalúan, vaya una por la otra. Hoy lee y escribe todo el mundo pero el exabrupto igual que el tratado; un poema de César Vallejo vale lo que una estrofa de María del Monte y a veces te cuelan la estrofa como si fuera el poema o al revés. No es ir de finolis, una Europa protestante que se formó en la lectura de la Biblia da importancia a la verdad, el contrato y la fianza. Allí donde solo se oía misa (y se usa la expresión "por mí, puede decir misa") la corrupción política es una variante del regateo.

Por eso una biblioteca pública tiene mucho de iglesia: testimonio de que en una ciudad lo que se dice se cumple. La letra sobre el papel permanece cuando ya el papel es amarillo mientras un tuit se desvanece en cuanto se eructa. Las bibliotecas también pueden ligar un crucero, el Pompidou de París, amén de cuadros, tiene una biblioteca grandiosa. El Pompidou de Málaga tiene una tienda de souvenirs.

(El viernes fue el día de las librerías. Todavía están a tiempo, anímense.)

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