Cenacheriland

Ignacio del Valle

Lucha y ducha diaria

De regreso a la condena de despertador resulta que en realidad no olemos tan bien como lo anuncian

Hay anuncios despiadados. En las oscuridades tempraneras, a diario me asalta la cara bonita de Jennifer Lawrence iluminada por detrás. Mientras aguanto la tiritona en un eterno semáforo en rojo, enguatado como siberiano de barracón, la chica de la marquesina me invita a esnifar alegría por una nariz tomatera. Joy insinúa la muchacha. La alegría de oler rico y bien. La mística X-Men, protagonista de los Juegos del Hambre, Gorrión Rojo y muy oscarizada criatura por su actuación en El lado bueno de las cosas es buena en lo suyo, incluso dando traspiés por las moquetas de flash y fans.

Lejos del glamur californicano, en estos maitines de Cenacheriland, las plegarias las susurran otras sirenas de fábrica. Pero la mujer del anuncio insiste en provocar a la esclava condición del friolero madrugador. Su melena húmeda da escalofríos entre aroma de tubo de escape y efluvios de una parroquia sonámbula que espera en la parada del bus con la bufanda enroscada hasta el entrecejo.

La diva de cuché insiste mirando desde su piscina de fiesta infinita como cuesta de enero, a los pies de un chalé de revista elevada al lujo y perspectiva de acantilado que con aristocrática humildad denominan La Sardinera. Desde la foto Jennifer Lawrence actúa y provoca al espectador con una expresión desahogada, un instante fluido entre lo carnal recién desinflado, o el desparpajo chic de estar aliviando la vejiga en un agua templada con medusas de plata.

Creo que, a un mes vistos, los anuncios de perfumes me están anotando todos los cargos en la cuenta del subconsciente. Con picores de conjuntivitis llegué a contar más de 14 pases de spots aromáticos seguidos durante los días de luces chiribitas. Bloques comerciales dedicados en exclusiva a embotellar comeduras de tarro. Torsos desnudos, piernas largas, amazonas , chicos malos, femmes fatales que derraman la esencia de su fontanal juventud en mililitros de feromona enfrascada más cotizada que el oro. De regreso a la condena de despertador, encadenado a los haberes y deberes, resulta que en realidad no olemos tan bien como lo anuncian. Mas de uno atufa a mofeta ¿Será porque calentar el agua de grifo iguala al precio de la colonia?¿Dónde quedo la lucha por la ducha diaria? Una conquista higiénico social que ya no reclama nadie, salvo la chica de la marquesina de la publicidad siempre alegre y exagerada.

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