A DOS BANDAS

Adelaida de la Calle · Rectora de la Universidad

Luchando por el futuro de la Universidad

LAS universidades atraviesan un momento delicado debido a la política de recortes, al igual que otros servicios públicos; pero además, están sometidas a un ataque frontal que pone en entredicho su buena reputación, ésa que con tanto esfuerzo nos hemos labrado, partiendo de cotas muy bajas, mediante la formación superior de nuestros jóvenes y gracias a una pujante y competitiva investigación. Pero créanme, las universidades no somos el problema y sí parte de la solución, porque la mejor política social y económica es invertir en educación. No es el momento de sacrificar el conocimiento en el altar de los mercados. Es la oportunidad de mejorar nuestros servicios para ayudar al desarrollo económico. Así lo han entendido algunas empresas de contrastada solvencia internacional, como el Banco de Santander, que ven esa realidad y están duplicando su inversión dirigida a las universidades y a sus estudiantes, apostando para que investiguen, innoven y transfieran su conocimiento a las empresas. Y actúan de esta forma, a pesar de la crisis, porque son conscientes de cuánto podemos aportar.

Las universidades entendemos que, incluso a costa de detener el progreso o, mejor dicho, de retroceder a escenarios de hace una década, debemos aceptar determinadas medidas restrictivas, como lo hemos hecho en multitud de ocasiones. Pero no a costa de perder todo lo ganado. Que quede claro que la Universidad no se opone a los cambios, sino que se rebela contra las formas. Es muy difícil entender cómo se nos puede considerar "ineficientes" a la hora de aprovechar adecuadamente los recursos, o someternos a un constante acoso comparativo a causa de nuestro posicionamiento en los ránquines internacionales, cuando es de sobra conocido que competimos desde una posición económica enormemente desventajosa.

Hay quien dice que en nuestro país sobran universidades, en especial públicas. Sin embargo, los datos son incontestables: en Finlandia, cuyo modelo educativo despierta tanta admiración, el número de universidades públicas por cada millón de habitantes se eleva a tres; en España, la ratio es de 1,03, y junto a Italia, ocupamos el furgón de cola de la UE-15. Si se compara a las universidades españolas con aquéllas que se encuentran en el mismo intervalo del ranking de Shanghái -el más conocido baremo de calidad-, se obtiene que nuestro presupuesto por alumno es un 30% inferior; y pese a ello, obtenemos resultados similares. Sucede que los españoles somos enormemente eficientes con pocos recursos: solo así se explica que España ocupe el noveno lugar del mundo en producción científica. Y en relación con los recursos públicos, el coste por estudiante universitario en España es aproximadamente la mitad que el de países como Francia, Holanda o Finlandia.

La conclusión es que, con menos inversión en educación y en investigación, logramos situarnos por encima de la media universitaria mundial. Y además, nuestros estudiantes adquieren una formación perfectamente equiparable al estándar europeo, como tristemente demuestra el hecho de que la mano de obra cualificada que procede de universidades españolas se esté insertando en el tejido económico de otros países. Las últimas noticias no dibujan un panorama prometedor: los recortes previstos por los Presupuestos Generales del Estado para 2013, que es posible ronden el 18% en educación superior y el 80% en el capítulo no financiero de I+D+i, pueden suponer un deterioro irreparable del sistema, que dé lugar a una generación de jóvenes menos formada. Aun así, les puedo garantizar que, desde el primero al último de los miembros de la Universidad de Málaga -que ahora cumple 40 años-, seguiremos luchando con los recursos que nos dejen para darle a nuestros jóvenes el mejor futuro posible.

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