Escribo estas líneas desde el aeropuerto de Stansted. Venía hacia Inglaterra aún paladeando las revolucionaras medidas que aprobará Portugal para detener la inflación de la vivienda y mitigar la gentrificación y el turismo. Así que ha sido divertido y pedagógico el proceso anfibio de pasar unos días con la piel de turista malagueño y a la vez empatizar con el residente londinense que adapta su rutina a las hordas de visitantes que proliferan por la ciudad.

Para empezar, no hay lugar a la comparativa. Londres es un país propio, varias Málagas cabrían en él. Sí me parece interesante ver qué hace cada uno con el espacio del que dispone y cómo conjugar ese difícil reto de abrazar el turismo como vía de financiación con conciliar la vida del ciudadano en un espacio sostenible (económica, social y ecológicamente). No caeré en el error de los paralelismos tras toda una vida viviendo en Málaga y apenas unos días en Londres. Sí me llama la atención ver que mientras en la Costa del Sol el alcalde se abraza a la Expo 2027 como excusa perfecta para seguir exprimiendo la teta de la ciudad y sus vecinos, en la capital de Inglaterra el proyecto Londres 2070 se afana en corregir las miserias que ha dejado la apertura indiscriminada del turismo y el crecimiento cainita por el mero hecho del progreso (mal llamado cuando es un fin en sí y no un medio, tal y como venimos sufriendo en Málaga desde hace años). He descubierto políticas para reavivar la vida rural, proyectos reales de sostenibilidad en materia de tráfico, medioambiente y tecnología, un interés real por el ciudadano (porque se dieron cuenta de cómo lo habían acorralado, como ya sufrimos en Málaga).

En Portugal van a ser valientes. No es fácil techar alquileres, la propuesta para impedir que haya locales y viviendas vacías, ponerle parcelas al turismo; todo eso suele asustar a los inversores y visitantes. Y no aspiro a que en nuestra ciudad se llegue a apuestas similares porque De la Torre hace tiempo que vendió su alma al inversor y al extranjero, y solo le interesa el malagueño de élite. Pero quizá haya un término medio. El Soho, ese barrio abierto a las nuevas culturas y artes que nos vendieron, podría ser algo más que un solar elegido para que Banderas pudiera levantar su reputado teatro y una excusa para abrir nuevos restaurantes (eso sí, maquillado de grafitis, como si ello valiera como denominación de origen de la vida cultural). No digo que llegue al nivel del londinense, pero al menos que sea una apuesta real.

Por la orografía de Málaga, quizá el centro deba ser esa apuesta fuerte de la ciudad por su turismo, pero sin necesidad de ser un rent a party o un local de alquiler para cruceristas que opaca la vida en los barrios. Puede que sea hora, si de verdad queremos la Expo de 2027, de que a los distritos se lleven políticas reales de cultura, sostenibilidad y progreso, que sean algo más que un lugar donde meter los museos que no caben en el centro. Y, por supuesto, dar vida a la eterna propuesta del Bosque Verde en los terrenos de Repsol, como auténtico pulmón en el eje de la ciudad, en lugar del que se incluye en el programa y que está ubicado a las afueras de la Universidad, básicamente donde no molesta para construir ni para el consumidor.

Pero yo no soy político, asesor ni pensador. Si quieren un discurso más real y ciudadano, vean la nueva promo del PP apostando por Málaga y sus vecinos. Seguro que tanta preocupación y humanidad les toca la fibra…

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