EL ZOCO

Juan López Cohard / Jlcohard@malagahoy.es

Malos augurios

ME prometí que, desde el día 28 (el de los inocentes) hasta el día 5 de este mes de enero, me iba a olvidar de la aciaga realidad, disfrutando de paz y tranquilidad en el, creo que recientemente rescatado del olvido, limbo. No pudo ser. En la Nochevieja pasada me sacaron de mi recóndita armonía acariciándome el cogote con ese aparatejo, de inquieta erección y pitido enervante, llamado matasuegras, estimulado por la exhalación del estúpido soplón de turno que, a la vez, me arrojó multitud de esos horribles papelillos de colores que tienen la habilidad de esconderse en las más íntimas oquedades del cuerpo, especialmente en las situadas en las horcajadas, y de los que no hay forma de desprenderse. Vuelto a la realidad, aún con el descanso de ese feliz 1 de enero, sin prensa que ahonde en las penurias nuestras de cada día, comencé a recuperar la intranquilidad propia que da el no poder pensar en nada.

Mal empieza quien mal acaba. Aunque el tiempo sea intemporal, solemos hacer balance del año, por regla general, cada 31 de diciembre. El último trimestre del año ya venía presentando mala cara y después del último mes el año ha terminado con pronóstico reservado. Por subir ha subido hasta el precio del conejo, lo que ha hecho que aumente su esperanza de vida. Esa enfermedad que padecen fundamentalmente los más pobres y que se llama inflación tiene todo el aspecto de convertirse en epidémica, entre otras cosas porque no hay indicios de que se hayan disparado los precios coyunturalmente por el mayor consumo que conllevan las fiestas navideñas.

Si los primeros síntomas de la finalización del ciclo expansivo de nuestra economía comenzaron con la caída del sector inmobiliario, el año comienza con otros síntomas que afectan a otros muchos sectores, especialmente si cae la demanda interna.

Nunca me gustaron los años bisiestos y este 2008, además de serlo, ha salido del chiquero como un mihura. Comenzaron a subir los intereses de las hipotecas, el precio de la energía, especialmente el petróleo, después se dispararon los alimentos básicos, ahora subirá la electricidad, el agua, los impuestos y las tasas, el transporte y no pare usted de contar. Una vez que la tasa de inflación ha superado la barrera del 4 por ciento, a ver quién tiene redaños para bajarla, sobre todo en un año de elecciones que, entre la campaña electoral, la formación de gobierno y que se enteren los ministros de turno, llegamos al final del año sin poder llegar al final del mes.

Malos augurios para este bisiesto electoral: desayunar nos costará en torno a un 15 por ciento más caro, la comida de mediodía supondrá un coste añadido mínimo del 5 por ciento y tomar esas copas con los amigos, algo imprescindible para hacer más agradable la vida, nos costará, tapa más, tapa menos, un 10 por ciento más. Si además coges un taxi, por aquello de que te hagan soplar conduciendo, tienes asegurado ayuno y abstinencia los diez últimos días del mes. Y para colmo, febrero tiene un día más. Aún así, les deseo que sean felices todas las calendas del año, dentro de lo que se pueda.

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