La tribuna

Paco Aguado Ranea, Pepe Óscar López Y José Pérez Palmis

Mañana en La Palmilla te espero

DESDE su aparición en este valle de lágrimas, allá por los últimos años cincuenta del siglo pasado, el asentamiento de La Palmilla sigue consolidándose por sucesivas sedimentaciones de llegadas y arribos. Sin embargo, sus miles de vecinos gozan de las virtudes de la espera y la esperanza, saben contenerse y no proceder a tontas ni a locas. Su sabiduría les persuade de que la liberación de sus pesares está cada día más cerca. Esperan de pie o sentados, según sople el viento del este o del oeste. Todas las mañanas abren la ventana de la esperanza, aguzan el oído, y, riendo, repiten "hoy, no, mañana, sí" y a desayunarse lo que da la mata. Servirían para árbitros de fútbol, su legendaria capacidad de aguante les hace únicos para los piropos y coquinazos del público, aunque su verdadera vocación sería la de arbitrar los Plenos municipales, en especial ordenar y mandar la ejecución de lo acordado. Por eso, de sus más viejas reivindicaciones sobresale la de celebrar un Pleno municipal en el corazón del barrio, tomando nota de su funcionamiento y de los acuerdos. Una sesión monográfica, desde luego, consagrada a las zonas de la exclusión y barriendo un poquillo para casa, que bien lo merece el barrio y su récord de reuniones de amparo y desasosiego municipales, de estudios, planes integrales y juramentos. Si los vecinos hubieran dejado caer los brazos en espera del cumplimiento de las infinitas promesas y propósitos de enmienda escuchados a lo largo de sus cincuenta años de vida, serían piezas de arqueología. Por fortuna su moral de combate no decae, están moviéndose en las trincheras sociales las veinticuatro horas del día. Toda esta fraseología viene a cuenta porque a bombo y platillo los del Consistorio han reunido por enésima vez a diversas asociaciones, invitándolas por enésima vez a la exposición de sus sueños de barrio del bienestar, el progreso y el futuro; y por enésima vez han vuelto a resonar los mismos deseos, las mismas sugerencias, siempre con una sonrisa a flor de labios de los ponentes en su recitar: no os hagáis de nuevas, dejaos de coñas, ahora mismo, aquí mismo, vamos a enmendar y empezar a trabajar si va en serio. Estamos vacunados contra la gripe y el aburrimiento. Esto que llamáis participación ciudadana, porque unos folios recogen demandas crónicas y quieren ser presentados como un proyecto general de actuación contra las miserias cotidianas, no le llega a la suela del zapato o, mejor dicho, de la sandalia a Clístenes, el griego inventor de la democracia cinco siglos antes de Cristo, el cual viéndose a punto de ser derrocado por los poderosos llamó al pueblo en su auxilio y, como premio a su valentía y ayuda, lo metió en la asamblea de gobierno de Atenas. Eso quieren precisamente los palmilleros y sus colegas de los demás barrios, intervenir de una manera directa y efectiva en el arreglo de sus degradadas circunstancias, y todo en tiempo real, nada de tumbarse a la bartola y seguir hablando y hablando, prometiendo y prometiendo. De no haber propósito de enmienda, mejora de los sistemas de entendimiento, coordinación y realismo operativo (las cosas de hoy se hacen hoy) seguirá sonando el cantinfleo, voz procedente del inimitable Cantinflas y recogida por la Real Academia Española como acción y efecto de hablar mucho con escaso o nulo resultado.

Pero al grano, ¡hombre!, al grano porque si no, nosotros vamos también a cantinflear. A vista de pájaro, resalta la acción de ciertos agentes y colectivos vecinales luchando invencibles contra viento y marea por engrandecer La Palmilla y arreglar 270 desperfectos urbanos; o la de una ONG colocando 400 personas al año, mujeres y hombres españoles y de 30 nacionalidades más, en trabajos de duración y naturaleza variables. Es la experiencia reina. No le demos vuelta al asunto, para asomar la cabeza hay que apedrear al desempleo, con crisis o sin ella. La misma asociación ha impartido cursos intensivos de 30 horas, de habilidades profesionales sencillas, de buena demanda de mercado, a mujeres sin la más mínima titulación. La labor de apoyo escolar, otra de las actividades, le permite a los niños y jóvenes saltarse a la torera el toro del absentismo, aprobar sus cursos y aprender inglés. Y nada digamos de los beneficios de la modesta pero matona aula de informática, con su navegación por internet de mujeres, hombres y niños. Ante la buena voluntad y los hechos vuelan las palabras, palabras, palabras (Hamlet).

La Palmilla necesita como uno de sus motores de innovación social, de ciencia y tecnología la instalación de un colegio mayor internacional, creativo y con ambición de empleo y empresarial. Nada de manos a la cabeza, el polígono Sur de Sevilla tiene uno y todos están más contentos que unas Pascuas. Con qué alegría habría de recibirse también por La Palmilla una escuela de canto y cante, de música y baile, teatro, deportes, piscinas, obras de arte en la vía pública, filmación de películas, carreras urbanas; obras son amores y no buenas razones. El sabio Solón sentenció: "la igualdad no engendra discordia, complace por igual a pobres y ricos".

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