Manuel Barea

Manifiesto

Un día en la vida

Nos avisan de que el abrazo de Sánchez e Iglesias trae el ruinón padre. Lo de Mólotov y Ribbentrop parece una broma

29 de noviembre 2019 - 01:39

La inutilidad de los manifiestos es manifiesta. Pero como firmante -a no ser que firmes por restaurar la pena de muerte o a favor de la defecación en la vía pública- quedas del copón. Los firmantes de un manifiesto son como un club exclusivo. Quien decide que hay que hacer público un manifiesto sabe de antemano a quién llamar: primero a gente afín a lo que propugna el manifiesto, claro; y segundo a gente de postín, a gente fardona, a gente de tronío, a gente a la que siguen como si el manifiesto fueran las Tablas de la Ley quienes no tienen una opinión propia porque si ellos -sobre todo esos políticos tan históricos- lo dicen seguro que es verdad: así que yo opino lo que opinan los firmantes, que si a mí me llaman para firmar el manifiesto también lo firmo. Pero a ti no te va a llamar nadie a firmar nada porque tú no eres nadie y lo que tú opines importa un bledo. Además, tú ya votaste el 10-N y en ese manifiesto que firman unos señores al parecer muy prestigiosos con los que quieres estar de acuerdo quizá te estén diciendo que votaste con el culo.

Esto no pasa sólo con la política. Un día te firman un manifiesto los actores y otro los críticos del Betis y al siguiente los intelectuales. Claro que uno no se confunde con los actores ni con los críticos del Betis, pero con los intelectuales... Y éstos no necesariamente tienen que ser de izquierdas. Aunque era lo habitual: a los izquierdosos les ha puesto siempre más un manifiesto que comer con las manos. Además, hoy por hoy, ¿sigue habiendo de éstos? Tengo la impresión de que en la actualidad eso de la intelligentsia tira más bien a carcunda, ¿no? Sí, los manifiestos eran cosa de la izquierda. O como le llaman desde la derecha con asco: la progresía. Puaj, los progres, se les oye decir reprimiendo las náuseas. Con todo ese rollo de la colectividad: firma aquí, compañero. Y un montón de peña firmaba contra la entrada en la OTAN o a favor del casorio entre maricas, asuntos ya más antiguos que la pana y afortunadamente superados. Pero ya no, a la derecha y a sus conversos -qué cantidad de ex maoístas hay hoy bailándole el agua a Abascal y compañía, eso no ha sido una iluminación, ha sido el resplandor de Kubrick- también les pone una rúbrica debajo de un manifiesto antiizquierdoso, como el de hace poco. Nos avisan de que el abrazo de Sánchez e Iglesias nos trae el ruinón padre. Lo de Mólotov y Ribbentrop parece una broma comparado con esto. Tremendo. El nombre con el que mejor se ha bautizado un bar desde Adán y Eva. En él nos vemos. Defendiéndonos con un tanque. Esperando el apocalipsis.

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