La ciudad y los días
Carlos Colón
Madriguera, homenaje y recuerdo
La esquina
Irene Montero y Fernando Grande-Marlaska son dos ministros achicharrados. La ministra de Igualdad es víctima de su propia inconsistencia y esa arrogancia adolescente que le suele conducir al fanatismo más estéril (¿O es al revés, su fanatismo le hace ser arrogante y no reconocer el error?). El ministro del Interior, cuya gestión ha sido globalmente positiva, sufre un ataque virulento de pragmatismo y razón de Estado a cuenta de los sucesos de Nador y Melilla, que ha atropellado su antigua convicción de jurista insobornable en la defensa de los derechos humanos.
Paradójicamente, un solo error grave ha llevado a Grande-Marlaska a su más absoluto aislamiento (ahí tienen su patética soledad en el banco azul del Congreso), mientras que a Montero, cuyo mandato registra muchos más errores que aciertos, le basta con un ataque infame de Vox para despertar la aclamación de casi todo el Gobierno y casi todos los diputados de la mayoría. La acompañaron hasta las ministras socialistas que no soportan sus ocurrencias con forma de leyes y hasta su íntima enemiga Yolanda Díaz.
También paradójicamente, la ministra del partido minoritario en vías de mengua electoral está mucho más consolidada en su cargo que el magistrado que designó Pedro Sánchez para una de sus carteras más importantes y estratégicas dentro del sector socialista de la coalición gubernamental (que no milite formalmente en el PSOE es secundario a estos efectos). La razón es sencilla: a Marlaska lo puede quitar cuando quiera y a Montero lo puede quitar cuando Pablo Iglesias lo autorice. Así se hizo el pacto, con áreas de influencia y compartimentos estancos. Cuando se marchó el sabio Castell del Ministerio de Universidades, como era de la cuota de Unidas Podemos, lo sustituyó el actual, nombrado por Unidas Podemos (más exactamente, por Ada Colau).
En fin, que los dos ministros quemados tienen distinto destino. Fernando Grande- Marlaska será destituido en cualquier momento -en cualquier momento que le interese a Sánchez-, tal vez ya mismo o aprovechando la salida de algunas ministras para ser candidatas a alcaldesas, en tanto que Irene Montero aguantará hasta que, cercano el final de la legislatura, se escenifique la ruptura total del Gobierno de coalición que convendrá a los dos contendientes. Pese a que Montero ha hecho más méritos que Marlaska para el cese.
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