Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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¡Matria mía!

Para algunos, todo cambiaría con cambiarle el rótulo al negocio: matria en lugar de patria

El poeta jienense Bernardo García López en su poema Oda al dos de mayo (1886) da cuenta de la aflicción tan grande que embargó a la patria cuando la invadió el gabacho, en 1808: " Lloras, porque te insultaron / los que su amor te ofrecieron / ¡a ti, a quien siempre temieron / porque tu gloria admiraron; /a ti, por quien se inclinaron / los mundos de zona a zona; / a ti, soberbia matrona /que, libre de extraño yugo, /no has tenido más verdugo / que el peso de tu corona!". Lo de ahora es peor, es que quieren borrarle hasta el nombre. Proponen llamarla matria, de madre. Como si con cambiarle el nombre al negocio bastara. Algunos, como no pueden con el neoliberalismo reinante, se contentan con maquillar la lengua. Como el mundo no se deja cambiar, le regañan. Como no hay forma de acabar con la explotación, se desahogan echando pestes en las redes sociales. Si no se puede cambiar de banco o de compañía telefónica, que se pueda cambiar de sexo. Funciona esta sedicente izquierda a base de ocurrencias. De luminarias efímeras que se extinguen velozmente, tras explotar, en la noche oscura de desgracias y de amenazas que nos consume. Así, a bote pronto: matria. Pero también se dan casos de madres desnaturalizadas y asesinas, como Medea o Aurora Martínez Carballeira, la autora del experimento Hidegart. Han renunciado a la columna vertebral del pensamiento revolucionario que sostiene que la explotación no tiene fronteras. Que las matrias y las patrias son artilugios tóxicos que encubren el auténtico mal: que hay seres humanos que explotan, humillan, esclavizan, violan y asesinan a otros seres humanos. Nuestra matria -sostienen- sería entonces una sociedad en la que nos cuidásemos los unos a los otros. ¿Y eso cómo se come? Cuando los hijos se pasan el día en la escuela, al cuidado de otros, para que padres y madres puedan trabajar para pagar con sueldos de miseria, el alquiler del piso. Cuando a los ancianos se les archiva en residencias letales, cuando los enfermos mueren en las UCIS, lejos de su familia. Vascos, catalanes y gallegos -piensa Yolanda Díaz-, volverían presurosos al seno materno, acogedor, confortable de España, sólo con desterrar la palabra patria y sustituirla por matria. Bueno, si no hay más remedio, hagámoslo, pero poco a poco, y veamos primero cómo le va a la matriarca Ayuso en su matria chica madrileña.

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