La tribuna

Benito Acosta

¿Matrimonios de conveniencia?

23 de junio 2008 - 01:00

EL matrimonio no es algo eclesiástico, sino una institución civil, fundamentada en un contrato bilateral. La Iglesia se encontró con diversas formas de matrimonio cuando comenzó a andar por el mundo e incluso experimentó en Roma que era una institución vedada a muchos de sus miembros: sólo tenían acceso a él las clases privilegiadas. Las demás formas de unión eran llamadas contubernium. No obstante, la Iglesia tenía su proyecto para la pareja, con o sin matrimonio: el amor servicial y delicado del uno al otro, la igualdad del hombre y la mujer, la fidelidad, la perdurabilidad, la responsabilidad sobre los hijos... Este ideal no se mantuvo en pie, debido a la confusión iglesia-sociedad, sobre todo a partir de Justiniano. Lo que ha llegado hasta nosotros como matrimonio es el fruto de lo que las diversas etnias en las que se desarrolló la Iglesia medieval entendían por tal, con un considerable peso jurídico y patriarcal, superior a esos valores cristianos que animarían a una pareja de creyentes.

No lo he dicho antes. Soy cura. Y por amor a que las cosas sean como deben ser, quisiera que todo el que desee casarse lo haga civilmente y la pareja que opte por recibir la bendición de la comunidad cristiana, venga a la Iglesia, antes o después, pero sin efectos civiles, para que no se confundan los términos. Me parece el amor lo más importante y está bien que el amor sea proclamado y bendecido en la comunidad, pero en una sociedad que quiere ser democrática, aunque estemos aún tan lejos, el libro de familia, para entendernos, no debería nunca condicionarse a una notificación de la Iglesia al Juzgado. El Estado debe tener sus propios medios para "dar de alta" a cada nuevo matrimonio. Creo que es un gran error de los que deciden los acuerdos Iglesia-Estado seguir manteniendo estas situaciones.

Es interesante constatar cómo el contrato matrimonial tiene una larga trayectoria de matrimonio por conveniencia, sobre todo en la clase alta. Los matrimonios concertados de los reyes, y de la nobleza, los que se dan entre ricos para juntar herencias, entre profesores que suman dos buenos sueldos, entre personas a las que se les está pasando la edad, los amañados por los padres, los que son tapadera de un embarazo, los de "hasta que me canse", no sólo de los famosos de las revistas del corazón, sino, por su influencia, los de muchas parejas.

Yo he puesto muchas trabas a matrimonios demasiado jóvenes, sobre todo con embarazo previo, y me he alegrado cuando ha triunfado la sensatez sobre la prisa. He recomendado a muchos que no deberían casarse, por lo menos de momento. Claro que, mientras tengamos esta amalgama religioso-civil es muy difícil la tarea, porque ningún juez tiene derecho a exigir el amor de la pareja por el que la comunidad cristiana debe velar.

Ahora están en el candelero las bodas de nigerianos con gitanas o viceversa. Se lee en la prensa que hay mafias, que mediante una cantidad arreglan encuentros para matrimonios de conveniencia… Todo el mundo sabe que por aquí existen agencias matrimoniales, que hay quienes buscan en ellas un arreglo, y que estas empresas no funcionan por amor al arte. Como párroco donde hay un número de matrimonios considerable entre personas de nacionalidad nigeriana y de raza gitana, me siento en el deber de dar una explicación pública como testimonio de lo que vivo.

En primer lugar, desde que una pareja habla conmigo hasta su boda suelen mediar unos tres meses. Cuando alguien no conoce bien el español, pongo como condición que venga a las reuniones semanales que tengo con ellos un amigo que les sirva de intérprete. Lo han hecho siempre con una gran dignidad. He observado en los surnigerianos un gran interés en seguir las charlas. Algunos han venido acompañados de amigos que quieren oír hablar de Jesús. Todos llevan al menos un año de relaciones; algunos, dos; incluso en algunos casos, conviven y tienen algún niño en común. A la mayoría los veo muy cariñosos con sus parejas y, cuando hay niños, con ellos. La boda suele ser un derroche de alegría sencilla y de fervorosos cantos y oraciones de todo el pequeño grupo que les acompaña. A veces vienen a verme después de casados. Los veo muy buenas personas. Me han asaltado dudas en dos o tres casos, pero muchas más me suscitaron otros matrimonios de compatriotas míos.

Es comprensible y muy humano que, estando en España, hagan por conectar con chicas de aquí, porque esto incluso les facilita su arreglo de papeleo. Siendo tan pobres como son (basta con ver los pisos donde conviven varias familias), es lógico que no tengan acceso más que a gente muy marginada. Pero no confundamos esto con casarse por conveniencia. Por otra parte, y limitándome a los que yo he tratado, no tienen cara de disponer de esas grandes sumas que dicen que se ofrecen para obtener pareja ni de despojar a la gente con el timo de la lotería. Son gente sencilla que viven con muy poco y, como ven que pueden tener confianza, me conceden el privilegio de tomar de mi cesta de fruta un plátano o una pera (¿Puedo?)… ¡No nos confundamos! Los mafiosos pertenecen a otros sectores de población. Tienen yates y buenas villas y hay abundante dinero de droga o de armas, dinero de sangre. Y están tan tranquilos, porque el negocio, aunque de vez en cuando pillan a alguien que hay que pillar, sigue con los que no hay que pillar.

Comprendo que se deben tomar medidas contra quienes cometen acciones delictivas, como suplantar la personalidad de otro o timar. Pero no todo es igual. Por ejemplo, no es lo mismo negociar con los pobres su escalofriante venida en pateras que venir en ellas. Y sobre todo no es bueno generalizar demasiado. Hay que limpiarse muy bien la boca antes de decir palabras globales, como, por ejemplo, "nigeriano". Y, como voy teniendo amigos entre ellos, me duelen esas palabras como si de mí se tratase.

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