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Como han resaltado los analistas, la actual guerra de Ucrania se está desarrollando de modo no distinto a las batallas convencionales de la Segunda Guerra Mundial, que por otra parte no fue ajena a los mismos escenarios donde hoy se enfrentan rusos y ucranianos. Hemos visto cómo la retórica del Kremlin hablaba de desnazificar un país cuyo presidente es judío, pero al margen de los dislates con los que los ideólogos de Putin justifican la invasión, negada por quienes consideran que el territorio invadido forma parte de la Gran Rusia, es cierto que el curso de la contienda germano-soviética dejó en la región profundas cicatrices. Uno de los aspectos más interesantes de Volver a Stalingrado, el reciente libro donde el historiador Xosé M. Núñez Seixas, estudioso de las memorias escritas por los integrantes de la División Azul y editor de la más valiosa de todas ellas, los Cuadernos de Rusia de Dionisio Ridruejo, ha abordado el rastro de los feroces combates en el Frente del Este desde la posguerra hasta nuestros días, es la perspectiva transnacional con la que recorre las distintas narrativas -"entre el mito y la barbarie"- suscitadas por el conflicto en función de los lugares y de las épocas, teniendo en cuenta que junto a las tropas alemanas de la Wehrmacht y las SS -o encuadradas en ellas- participaron contingentes de Finlandia, los países bálticos, Hungría, Eslovaquia, Rumanía, Italia o España. En el complejo caso de Ucrania, que ya había aspirado a la independencia entre el estallido de la Revolución y la definitiva victoria bolchevique, pero formaba parte de la URSS desde su nacimiento formal, la población combatiente se dividió entre los nacionalistas que apoyaron a los invasores y los resistentes alistados en el Ejército Rojo, de modo que la Gran Guerra Patriótica, como la siguen llamando en Rusia, tuvo en esa república las trazas añadidas de una guerra civil, en la que no pocos ciudadanos se sentían atrapados entre dos fuegos y muchos otros participaron con entusiasmo en los crímenes antisemitas u otras operaciones de limpieza étnica. La batalla por la resignificación de la memoria, como la llama Núñez Seixas, se intensificó con la caída de la URSS y la nueva proclamación de independencia, al hilo de los sucesivos gobiernos de un país con tan acusada diversidad cultural y lingüística, donde los mismos personajes históricos son considerados héroes, bestias o mártires. El día que llegue la paz, la Ucrania libre deberá construir su futuro renunciando al ensueño de una nación homogénea, asumiendo el lado oscuro de sus mitos y condenando la barbarie de cualquier clase. Será la mejor manera de honrar a los caídos.
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