José Fabio Rivas

Moira

Mitologías Ciudadanas

25 de septiembre 2020 - 01:33

Las Moiras son las diosas griegas del destino, las que controlan el porvenir de los hombres desde el nacimiento hasta la muerte, como si el transcurrir de la vida de cada uno (y los acontecimientos que la jalonan) ya estuviera pensado, cortado y medido por la voluntad inexorable de estas deidades. La voluntad, el empeño por fraguarse un porvenir, la responsabilidad del quehacer cotidiano, sería así una pasión inútil, una ensoñación.

Desde entonces ha llovido mucho, y animados por el ruido del agua en las canales, algunos hombres decretaron la muerte de los dioses; es decir, apostaron por recuperar para el hombre una cuota de libertad (la importancia de la voluntad, del esfuerzo y el trabajo, el sentido de la ética, el saber que el porvenir de la humanidad compete a los humanos). En fin, que somos los hombres trabajando y viviendo entre los hombres los que debemos solucionar nuestros problemas, sin apelar a la voluntad inexorable de un Dios que de alguna manera nos exoneraría de la responsabilidad de lo que hacemos (o dejamos de hacer).

Y seguimos en Grecia, ahora en Moira -una pequeña población de la isla de Lesbos, en pleno "corazón" (?) de Europa, en la que se encuentra (no por voluntad de los dioses, sino porque así lo decidió la política de derechos humanos de la UE) el infierno de un campo de refugiados-. Entre concertinas y alambradas, en medio de la basura y del barro, rodeados de suciedad, con una ducha por cada 506 personas y un retrete por cada 210, sin escuelas, sin apenas asistencia sanitaria, en plena pandemia, con frecuentes peleas, gritos, robos y agresiones sexuales, malviven cerca de 15.000 personas (4.000 niños; 400 de ellos sin familia) procedentes de los conflictos armados y de la miseria de Afganistán, Siria, Irak… El asentamiento de Moira comenzó en 2015, tras la llegada a Grecia de cerca de un millón de sirios. Las imágenes de muerte y destrucción eran sobrecogedoras. Europa diseñó un programa de apoyo a esos refugiados que incluía el reparto entre los diversos países (salvo excepciones, pasado el interés mediático, ninguno la cumplió. El presidente Rajoy se comprometió a aceptar 14.931 pero apenas llegó un 9%. Es solo un ejemplo), concedió a Grecia 2.200 millones para manejar el flujo migratorio y 6.000 millones a Turquía para taponar la avalancha que venía de sus costas, etc. Mientras tanto, con la pandemia a cuestas y el mundo cada vez más sordo, ciego y mudo, el infierno de Moira se acrecentó: "lógico" rechazo de los hasta entonces solidarios habitantes de Lesbos (el campo de refugiados no beneficia para nada la ruina de su fuente de riqueza: el turismo); el hartazgo de los griegos, con una crisis económica que dura demasiado; la amenaza recurrente de los turcos con abrir el tapón de refugiados hacia Grecia; los contagios por la covid; la mala gestión del campo; el fracaso de la política de emigración y refugiados de la UE… En la larga desesperación de los residentes, al detectarse casos de infección por la covid y temiendo que todo el campo pudiera ser confinado, incendios intencionados (tal vez realizados por internos) han arrasado el asentamiento. Fin del campo, pero no del infierno: la mala situación de sus residentes se acrecienta, se reaviva el interés mediático y las promesas de la UE, se… bla bla bla. En fin, si por lo menos tuviéramos unos dioses para echarles la culpa de todo esto.

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