Tinta con limón

Mr. Wonderfool

Lo que pasa es que el conocimiento profundo de una emoción no cabe en un eslogan de cuatro o cinco palabras

Hace muchos años, una amiga me recomendó esta frase que le decía su abuela: "Cuando te pregunten cómo estás, responde que bien; los que de verdad te quieren se alegrarán por ti, los que no te quieren bien se morirán de envidia". Ese acervo de los ancianos, esa enciclopedia de frases hechas, eran las Mr. Wonderful de la época. Siempre, absolutamente siempre, con envoltorios rudimentarios o diseños de vanguardia, han existido a nuestro alrededor sanedrines de voces que, con mejor o peor voluntad, nos invitaban a ser felices. El problema ha llegado cuando han traspasado esa línea y la invitación se ha convertido en imposición.

Hoy esas frases de abuelos son pegatinas muy chulas, coloridas y pintadas en preciosos letterings con un eslogan contundente cuya pretensión es hacerte sentirte mejor, pero también escondiendo un tenebroso reverso. "Hoy nada puede salir mal". "Deja de darle vueltas a todo y sonríe". "Si te esfuerzas, no habrá sueño que se te resista". Son frases reales de láminas que vende Mr. Wonderful, adalid de ese negocio contemporáneo consistente en vender felicidad a toda costa. De pequeños no nos enseñaron a enfrentarnos a los conflictos psicológicos, prefirieron apartarnos de un dolor temporal (el más clásico: ocultarle a un niño la muerte de un abuelo o retrasarlo a tiempo después). Ante esa falta de herramientas y mecanismos, como vía de escape, como burbuja de placebo, se extendió el pensamiento positivo: si no puedo afrontar lo malo, me aferro a lo bueno. Como flotador, por supuesto. Pero lo paliativo antes que lo terapéutico por sistema es gran error.

La vida no va de eso. No solo hoy varias cosas pueden salir mal, sino qué raro es el día en que no ocurre algo malo. Sonreír no cura un problema, aunque a veces ayude a escapar de él; y darle vueltas a las cosas no sé si aliviará tus penas, pero al menos te dará conocimientos y predisposición para enfrentarte a ellas. Y tristemente, esforzarte no garantizará que puedas cumplir un sueño (intentarlo sí servirá para saber si estaba o no en tu mano conseguirlo). Así que con toda la buena voluntad del mundo alguien comprará uno de esos stickers porque le parecerán muy guays, pero por el camino quedarán un montón de cadáveres emocionales como peaje: ¿acaso Mr. Wonderful pagará la terapia a quienes hoy le salgan mal las cosas, a quienes no les basta sonreír para tratar su problemas y a quienes tras un gran esfuerzo se les haya resistido un sueño?

Y ojo, todo no es reprobable en esas pegatinas. Es más, en los últimos tiempos los responsables de Mr. Wonderful se han percatado de sus errores y han rectificado sus mensajes, y por supuesto que necesitamos potenciar la felicidad, pero no imponerla. Lo que pasa es que el conocimiento profundo de una emoción no cabe en un eslogan de cuatro o cinco palabras. No vende. No cuadra con la filosofía de redes que nos inunda mostrando siempre nuestra cara perfecta. Y lo más dañino: que niños y niñas crezcan percibiendo estos mensajes es macabro; ellos son volubles y carne de cañón. Y la presión social de ser feliz aliena, achica el cerebro, anula las voluntades. Y en última instancia incluso alienta al suicidio. Así que Mr. Wonderful (el Sr. Maravilla) acaba revelándose como Mr. Wonderfool (el Sr. Atontado por maravillas). Todos los días no son felices, y hay que verbalizarlo y normalizarlo. Una pegatina puede colgarse en una pared, pero cuando te choques con una pared, la pegatina no evitará tu dolor ni que te sientas mejor.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios