Cambio de sentido
Carmen Camacho
Zona de alcanfort
LA moción que ayer presentó el PP al pleno del Senado, recogiendo una iniciativa de 160 colegios mayores y diversas organizaciones, para que el Gobierno prohíba las novatadas, es muy importante. Porque tiene que ver con dos vicios españoles: la humillación y la crueldad como diversión de muchos a costa de unos pocos, siempre menos y más débiles; y la apelación a la tradición o la cultura para justificar prácticas crueles y bárbaras. Lo que iguala al centenario Toro de la Vega con las novatadas.
El texto presentado por los populares indica que "es aceptado que las bromas sanas y el humor configuran la cultura española". Es un error deslizado en esta loable iniciativa porque, además de la dificultad que a veces supone distinguir entre bromas sanas e insanas, la broma y el humor forman parte de todas las culturas. La frontera entre lo "sano" y lo "insano" -términos ambiguos por excesivamente subjetivos, de los que además la moralina biempensante ha abusado- no es fácil de establecerse. Salvo que se utilice como medida el dolor o la humillación producidos a otros seres humanos o a los animales. Entonces sí queda claro dónde debe pararse, dónde es lícito prohibir y reprimir con la mayor severidad, dónde la tradición -por popular que sea o arraigada que esté- debe suprimirse en nombre de la civilidad. Las bromas y el humor no caracterizan a ninguna cultura, porque en todas las hay. Lo que diferencia a unas de otras es el mayor refinamiento o la mayor brutalidad, la mayor inteligencia o la mayor estupidez con las que se expresen. En el vertedero audiovisual actual series como Jackass han globalizado la brutalidad y la estupidez, mientras la explotación televisiva de los frikis prolonga la que se hacía de los freaks en los barracones de feria.
Es la herencia de tiempos no tan antiguos en los que quienes sufrían alguna minusvalía, los homosexuales, los más débiles y los diferentes en general eran víctimas de este cruel sentido del humor. Volviendo a las novatadas, que forman parte de este universo a la vez viejo y nuevo -porque la crueldad, como la bondad, está arraigada en la naturaleza humana-, hay que convenir con el PP que estas prácticas se basan en "doblegar la voluntad a través de la coacción psicológica o física"; y en que "obligar a consumir alcohol, ingerir comida para perro, beber vinagre, desnudarse o provocar lesiones tienen poco de bromas". Ojalá se acabe con ellas.
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