La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Necesidad de lo superfluo

Comprendo la angustia de un músico, un tendero, un actor o un camarero: lo 'superfluo' es imprescindible para ellos

Hemosbasado gran parte de nuestra economía en el consumo de lo superfluo hasta convertirlo en necesario. No para nosotros, sino para quienes viven de procurárnoslo. No es fácil decidir qué sea lo superfluo y lo necesario. Dice la RAE que necesario es lo que hace falta indispensablemente y superfluo lo no necesario. Son necesarios para vivir el trabajo, la vivienda, la alimentación, la educación, la seguridad y la sanidad. Si quieren, añadan la compañía afectuosa bajo las diversas formas del amor. Todo lo demás sería superfluo.

Lógicamente se pueden establecer jerarquías en lo superfluo. En lo más alto estaría lo que ensancha y ahonda la vida ayudándonos a sentirla con más intensidad y, en la medida de lo posible, darle sentido: la literatura, la música, el arte, el cine, la filosofía o la historia. Hay personas que en condiciones extremas han sacado de ellas fuerzas para sobrevivir. Baste recordar el pasaje de Si esto es un hombre en el que Levi intenta recordar en el campo de concentración nazi unos versos de La divina comedia: "El canto de Ulises. Quién sabe por qué me he acordado de él… 'Considerad vuestra ascendencia: / para la vida animal no habéis nacido, / sino para adquirir virtud y ciencia'… Es como la voz de Dios". O baste recordar, porque la cultura popular también puede cumplir esta función, Canciones para después de una guerra de Patino y lo que la copla representó: "Eran canciones para sobrevivir -se dice en la película-, canciones con calor, con ilusiones, con historia; canciones para sobreponerse a la oscuridad, al vacío…". Tras estas cosas vendrían las demás que hacen más grata la vida sin ser necesarias.

Se puede vivir sin la mayoría de ellas. Quienes fuimos niños en los años 50 lo sabemos. No son indispensables para vivir. El drama es que para miles y miles de personas que otros consuman lo superfluo es su único medio de vida. Se puede vivir sin ir a un bar, un restaurante, una librería, un cine, un teatro o una tienda de ropa, consumiendo solo lo imprescindible y dando uso a lo que se tiene hasta agotarlo (conocimos las ropas heredadas de padres a hijos y de hermano a hermano, los puños y cuellos vueltos, las chaquetas con brillo por el desgaste). Pero no pueden hacerlo aquellos cuyo trabajo consiste en procurárnoslo. En este círculo estamos. Por eso comprendo por igual la angustia de un músico, un tendero, un actor o un camarero.

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