Postrimerías

Ignacio F. / Garmendia

Neuronas en huelga

10 de noviembre 2015 - 01:00

EN mayor o menor medida y por mucho que procure uno evitarlas, todos los hablantes nos servimos de acuñaciones estereotipadas que en ocasiones, cuando se usan no por descuido sino deliberadamente, pueden tener un efecto expresivo o irónico, a modo de guiños que buscan la complicidad del oyente. Las frases hechas valen asimismo para seguir diciendo mientras se piensa, como las cláusulas métricas de los antiguos aedos, que componían sus poemas al mismo tiempo que los recitaban y necesitaban por ello de comodines, transmitidos por generaciones de anónimos cantores con una finalidad puramente mnemotécnica. Nos acogemos al cliché como a una suerte de remanso y la cabeza descansa por unas décimas de segundo, para dar respiro a las neuronas o dejar que tiren de repertorio.

Hay cabezas, sin embargo, que están siempre de vacaciones, en el sentido de que no saben ya expresarse sin recurrir a un puñado de fórmulas o muletillas intercambiables, palabras o sintagmas de moda que se convierten en el perfecto vehículo para hablar sin decir nada. Todos los oficios o disciplinas crean su jerga específica, imprescindible para dar cuenta de conceptos que tienen un significado particular en los terrenos respectivos, el cual a veces trasciende el ámbito originario para enriquecer, cuando se trata de hallazgos, el patrimonio compartido de la lengua. Pero también ocurre a la inversa, que usos bobos, pretenciosos o torticeros se extienden como una plaga y contaminan de tal modo los cerebros holgazanes que arrasan con las ideas o cualquier resquicio de naturalidad, demostrando, contrariamente a la intención de quienes los emplean, la vaciedad de su discurso.

Los políticos o los ejecutivos y quienes trabajan para ellos, pero también personas de las que cabría esperar un mejor oído para detectar la palabrería huera, por ejemplo los profesores universitarios o los profesionales de la cultura, son víctimas habituales de esa jerigonza seudoacadémica que todo lo explica en base a sinergias, implementaciones y transversalidades. Es misteriosa la manera en que estos y otros términos de la neolengua imperante en las oficinas o los departamentos, sometidos para colmo a las restricciones impuestas por la corrección política, colonizan algunas mentes preclaras hasta vaciarlas completamente. La parte buena es que actúan como marcas para reconocer a los charlatanes y poner, si no hay más remedio que escucharlos, las propias neuronas en huelga.

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