NO resulta fácil entender las razones que han llevado a Pedro Sánchez a nombrar fiscal general a su anterior ministra de Justicia. Más allá de querer dar tres tazas a quien no quiere caldo o que quiera demostrar que no se amilana ante el griterío intimidatorio de la oposición. Es evidente que, como dice el escueto informe del CGPJ, la candidata cumple los requisitos exigidos. Pero, no lo es menos que la oposición que, con o sin motivos, pondrá siempre en duda su independencia, en este caso tiene justificados motivos para la crítica.

Aunque los pierda, a continuación, con la aberración de comparar el nombramiento de Delgado con el hostigamiento a los jueces en Hungría y Polonia. Lo cierto es que, más allá de las apariencias, la independencia de la nueva fiscal general habrá que juzgarla a través de sus actos. La escandalizada reacción de la oposición era previsible y no muy distinta, por otro lado, a como hubiesen reaccionado PSOE y UP si un nombramiento de esa naturaleza lo hubiese hecho un gobierno de la derecha. La moraleja es que no deberíamos hacer aquello que recriminaríamos a nuestro adversario si este lo hiciese.

Cuando el presidente habló en el debate de investidura de desjudicializar el problema catalán, cabe interpretarlo como una llamada al independentismo para que abandone la vía unilateral. Ya que de insistir en el incumplimiento de las leyes como estrategia política, nadie podrá evitar la rejudicialización del conflicto. Es cierto que, por la acción de unos y la omisión de otros, toda la pesada carga, del más arduo problema político al que el país se enfrenta, la dejamos recaer en exclusiva sobre las espaldas de los jueces del Tribunal Supremo. Una vez que estos han hecho su trabajo y han decidido, mediante la correspondiente sentencia, sobre lo que les competía, el problema sigue pendiente de que los políticos hagan su parte del trabajo. Evidentemente que hay un problema de convivencia, también judicial -pendiente además ahora de los recursos a los tribunales europeos- y desde luego un problema político. Pretender derivarlo todo a la vía judicial sólo conduce a un callejón sin salida. ¿Qué tiene que ver todo esto con el nombramiento de Delgado? No lo sé, pero no cabe duda de que en todo lo que se relacione con el procés va a estar rigurosamente vigilada y sus actuaciones machaconamente cuestionadas. Lo cierto es que la única forma de desjucializar la política es acatando las leyes.

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