Oiga, sea solo usted, no otro

27 de enero 2020 - 01:33

El refrán de cuanto más viejo, más sabio se quedó tan pancho. Servidor, pese a estar ya en la cuarentena, tiene la sensación de estar más perdido que nunca. Si uno dice algo agradable a una persona, está ligando con ella. Si critica al Málaga, es antimalaguista. Si cuelgas una bandera de España porque se avecina la Eurocopa o Nadal ha ganado en Australia, eres un facha. Si criticas un comportamiento de la iglesia, eres un izquierdoso. Si tu comentario pone en solfa la Semana Santa, vas contra tu ciudad. Si le tiras de las orejas a tu ciudad, es que el alcalde no es de tu signo político. Si le declaras tu amor al sitio donde naciste, no tienes espíritu crítico. Si hablas,¿por qué no te callas? Si estas callado, es que no te mojas. Si no ves Netflix, estás anticuado. Si lo ves en versión original, eres un esnob. Si dices hijos y no hijos e hijas, eres un machista. Si tu saga favorita son Los Vengadores, eres demasiado comercial. Si el jefe dice algo que te parece bien, eres un pelota. Si disientes, no quieres a tu empresa. Si escribes por WhatsApp sin emoticonos, eres un antiguo. Si oyes música independiente, eres un antisistema. Si te gusta Melendi… Bueno, igual esto último no tiene mucha defensa. Podría seguir y seguir con más ejemplos. La cuestión es que nos ponen etiquetas hagamos lo que hagamos. Así, sin preguntar y sin derecho a la apelación siquiera. Y eso de etiquetar emociones y sentimientos me da que es herencia del capitalismo y de esa necesidad de compartimentar a la gente para sentirse abrigado en el rebaño o para lapidar a aquel que se atreve a hacer aquello de lo que uno no es capaz.Y, oiga, por qué no decirlo: de infelices y envidiosos. Reconozco que a veces uno se piensa dos veces hacer o decir algo, pero… ¡qué diablos! Al que no le guste, que no mire. Hoy en día que tantos comportamientos se clonan y lo genuino está en especie de extinción, animo a la gente a ponderar su personalidad. Y ello no equivale a querer imponer tu opinión por encima de todo, sino a estar dispuesto a errar sin miedo. A ser el único que defienda una postura en el grupo. A ser valiente para admitir la equivocación. A quedarte solo en la sociedad del borreguismo. A tener la honestidad para oír la postura contraria. A considerar lo diferente una oportunidad para el aprendizaje y no un pozo sin fondo.

Dijo Aristóteles que la virtud está en el término medio. Y no seré yo quien lleve la contraria a tamaño filósofo, pero tengo la sensación de que hoy en día el virtuoso es el que sabe estar en uno de los extremos sin necesidad de sentirse extremista.

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