Olimpia va al psicólogo

Todo el deporte se ha convertido en un enorme espectáculo y negocio televisivo

En el verano de 1976, el primer verano que disfrutaron los españoles tras la muerte del dictador, se celebraron los Juegos Olímpicos de Montreal, aquellos en que una rumana de 14 años maravilló al mundo y obtuvo los primeros 10 de la historia de la gimnasia. En aquellas olimpiadas, boicoteadas por los países africanos debido a la política del apartheid racista de Sudáfrica, ganaban medallas a porrillo los y las atletas de la singular RDA (la Alemania comunista pero democrática) que competían dopados y dopadas hasta las cejas y un poco más. Aquello se sospechaba pero no se detectaba, o se miraba para otro lado. Dirán ustedes que eso es la prehistoria y además era cosa de los comunistas pero demócratas. Me expliquen entonces si lo del tal Armstrong, el ciclista, ganador de siete Tour entre 1999 y 2005 no fue también mirar para otro lado. ¿Nadie sospechó nada en todos esos años? Reconozco que desde entonces mis siestas de julio no se ven alteradas para ver quién gana la carrera francesa.

En los juegos recién terminados, mientras los restos de Olimpia casi arden por los incendios en el Mediterráneo, el problema del dopaje parece superado hasta casi por el Comité Olímpico Ruso, y el problema, ahora, es la tensión y presión que sufren los deportistas. Pareciera que solo se salvan los campeones y tampoco. Los segundos se deprimen más que los terceros, a los cuartos les sabe amargo el chocolate que dicen es la medalla que ganan y los novenos lloran por el diploma que no les alcanza. Y todos parecen necesitar ayuda psicológica. Menos mal que ya solo quedan dos años y medio para los próximos Juegos y podemos ir preparando de nuevo la carrera del medallero. Las televisiones y sus plataformas se frotan las manos y los bolsillos.

Recién apagada la llama ya surgen las primeras críticas y ceses, nadie dimite por supuesto, y salen algunos trapos sucios ¿Dónde está aquello de lo importante es el espíritu olímpico de participar? Todo el deporte olímpico, y no olímpico, se ha convertido en un enorme espectáculo y negocio televisivo, un business que muestra la marca de las zapatillas y presenta a los participantes como artistas de un show.

Menos mal que siguiendo la máxima de que el espectáculo debe continuar, y para no entrar en depresión profunda, acabados los Juegos, ya tenemos aquí el deporte de los deportes. Aunque algunos han acudido al psicólogo para superar el adiós de Messi, al menos empieza la liga y con mascarilla iremos a los estadios. Vale.

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