Ignacio del Valle

Pantalla negra

El smartphone 'petó' y huérfano de móvil, no entré en mono de yonki, pero la angustia afloraba por ahí

El smartphone petó. Huérfano de móvil, no entré en mono de yonki, pero la angustia y el carácter de orco afloraba por ahí. Drama. Hasta que no pacté la reparación con el servicio técnico no encontré paz. La adición digital se prevé como la nueva plaga de salud mental para el siglo XXI. La hiperconexión en la palma de la mano nos provee de entretenimiento, vídeos, películas, memeces, noticias y mucha disculpa para tener la atención ocupada y huir de la íntima existencia. Existe un movimiento que se autoproclama Sabbath Digital y nos aconseja apagar el móvil un día a la semana, evitar el "círculo del tonto". Ese bucle burronoria que consiste en chequear el guasap o la foto de vacaciones envidiables, dejar escurrir los segundos con la última memez viral, tuit provocativo o carnaza suicida para los hardolescentes: La ballena azul, El balconing, Jugar a la asfixia o morder cápsulas de detergente para grabarlo y menearlo por los trasmallos sociales.

Los profetas del Sabbath Digital recomiendan desconectar las pantallas una jornada de las siete de la semana durante tres meses. Un reto más interesante que destapar una botella de agua con una coz. Según estos rebeldes analógicos el 61% de los paisanos revisamos el móvil 5 minutos después de despertar. El 90% de los estudiantes sienten vibraciones de notificaciones imaginarias recibidas en su teléfono. Me da en la nariz que en 2019 estos porcentajes se han desmadrado.

Nos resistimos a desconectar. Asistí a un concierto Starlite y el respetable estaba muy pendiente de grabar con el móvil la actuación y retratarse adobado con la fritura de logos del photocall. Fiebre de selfis. Disfrutar de la actuación era secundario. Comprendo que se quiera captar el momento para recordarlo, compartirlo y posturearlo, pero ¿Qué vamos a rememorar si estamos más concentrados en encuadrar la imagen que vivirla?

Pasar las páginas de un libro, conversar, mirarse a los ojos sin filtros, dedicar el tiempo libre a pasear o levantar la pareja a José Luis Perales. Yo qué sé… Dejar vagar la mente e incluso aburrirse es más atractivo que estar cegados y ensordecidos con esos cantos de algoritmo. Para enfrentar nuestros problemas, miedos y expectativas, para meditar con honestidad es más productiva una desconexión anacoreta que la realidad virtual. Nos vemos a la vuelta de ferragosto, si el móvil de pantalla negra regresa a la luz

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