Lo del Tribunal Constitucional no tiene nombre. Esto de que algunos puedan pensar por libre, debe ponérsele coto y remedio. Y si el fin, una vez más, justifica que la barredora del ejecutivo pase por encima de la legalidad, amén. Como dice Margarita Robles, elucubraciones doctrinales, y como tales, no deben plasmarse en el contenido de la sentencia. Viniendo de una magistrada, dice mucho. O poco, según se mire. Otra elucubración más. Puede ser.

Lo cierto es que la capacidad interpretativa de la legalidad que nuestra Constitución ofrece a los juzgados, está fuera de toda discusión, por mucho una exmagistrada se arrogue el imperio de la interpretación auténtica. Imparcialidad e independencia, deben estar fuera de toda duda. Porque no creo que sea lo que pone en tela de juicio escondido en esas "elucubraciones". Si no, flaco favor estaría haciendo a nuestro estado de derecho la parte seria del Gobierno de la Nación. Puedo entender que no guste al Gobierno, no por el rechazo concreto, sino por lo que aventura para lo que queda por revisar: ley de Seguridad Nacional y Ley de Memoria Histórica. Los juristas pueden intuir un soberano varapalo en el último trimestre. Deberán apresurarse si quieren aparecer ante la opinión pública como el Robbin Hood de la justicia. Pero me da a mí que, por este camino, no llegarán ni a la altura de Pepe Gotera y Otilio.

Imposible sumar las chapuzas y elucubraciones con que atravesamos la pandemia. Esta es una más. Y quizá para el ciudadano, no la más importante. Atrás quedan otras (mascarillas incluidas). Pero, poniéndonos serios, no es de recibo pedir al Tribunal Constitucional que tenga sentido de Estado. Es injusto y deplorable. Menos cuando proviene de un Gobierno que, a pesar de la unanimidad con que la opinión científica se manifestó, ajustó el confinamiento a la finalización de graves concentraciones sociales, principal foco de las cifras de contagios que tuvieron lugar en España. Deberíamos tener cierta memoria (no necesariamente histórica), antes de echar al circo romano el prestigio de un órgano al que encomendamos la protección constitucional.

Un Gobierno que despreció cuantos criterios jurídicos se ofrecieron acerca de la inconveniencia de avanzar en las restricciones a través del estado de alarma, en evitación del control parlamentario; un gobierno incapaz de desarrollar armas legislativas que permitieran legitimar la adopción de medidas sanitarias, económicas y sociales necesarias y eficaces. Un Gobierno que por intereses de imagen, decide desandar lo andado y provoca por abandono un sinfín de criterios, tantos como Comunidades Autónomas y Tribunales de Justicia.

No. No hay para tanto. Basta con abandonar orgullo y soberbia. Devolver a cada uno el papel que le otorga la ciudadanía. Porque es sólo ella la que legitima lo demás, la que exige proteger la constitución, la que atribuye papeles, la que cercena pensamientos únicos. A Vdes., Gobierno, les proscribió la crítica innecesaria, les prescribió responsabilidad y altura de miras, les incitó, aunque no compartieran, a que respetaran las resoluciones emanadas de otro poder. Lo demás, lo de ayer, ministra, fue un arrebato juvenil, una pataleta de quien castigan, repito que por orgullo y soberbia, porque siempre se creyó en poder de la razón plena y absoluta.

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