Notas al margen
David Fernández
Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
NUNCA entenderé el placer del émulo, y más cuando tal emulación se hace no por necesidad perentoria sino por simple vicio ocioso. Difícil comprender a esos tipos que, con la de posibilidades que abre creatividad humana, prefieren recorrer caminos pisados por otros y hacer lo mil veces visto con la sensación tontuna, desinformada supongo, de estar en la cresta de la ola. A esa tribu plagiaria y emuladora, sin gracia, ovejuna, egolatra y previsible, pertenecen todos esos graciosetes a los que en los últimos meses les ha dado por disfrazarse de Pennywise, el payaso asesino que crease Stephen King, para así vestidos hacerse de noche fotos en lugares públicos con el fin de meterle miedo al pobre ciudadano, como si éste no tuviese ya bastante terror con Cristóbal Montoro o con las facturas de la luz. Por aquí, por Córdoba, todavía no hemos tenido fiebre Pennywise, pero si en Málaga o Huelva ya se han visto los dichosos payasos eso quiere decir que también por aquí acabarán viniendo igual que vinieron las calabazas o los disfrazes de esqueleto con guadaña de plástico Made in China. Si los demás padecen de émulos, ¿por qué razón no habríamos de sufrirlos nosotros? Lo curioso, sin embargo, es que estos graciosos sin ni puñetera gracia ni siquiera se habrán leído It, el mamómetro lietarrio donde nace Pennywyse, ni supongo que sabrán tampoco quién era John Wayne Gacy, el asesino múltiple que, entre crimen y crimen, en los 70, se dedicaba a ser un activista vecinal que incluso se vestía de cínico payaso en lasfiestas infantiles de su vecindad. Gacy, en el que se inspiró King y que acabó sus días en un penal en los 90 bajo los efectos de un inyección letal, cerró su paso por la vida con un elocuente "Bésenme el culo", ejemplo de arrentimiento por matar a casi 30 jóvenes y frase no poco celebrada por toda esa cohorte de paletos cibernéticos que estudian la vida de los criminales en serie como si fuesen las biografías ejemplares de nuestro tiempo. Mucha hay pues en estas tendencias del postureo inculto y eternoadolescente de nuestro tiempo y da por pensar, entre tanto aguachirle cultural y tanta filfa, si no será posible celebrar algún día la fiesta de los Santos sin la cursilería del Tenorio, pieza literaria más que discutible, ni estas boberías de mascarones, peluconas y cuchillos de pega. La hondura vital de esta celebración en las que los vivos recordamos a los muertos no se merece, en fin, esta invasión infame de ripios ni de payasos vestidos de payaso.
También te puede interesar
Notas al margen
David Fernández
Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
Manual de disidencia
Ignacio Martínez
Moreno no sabe contar
Las dos orillas
José Joaquín León
Sumar tiene una gran culpa
Crónicas levantiscas
Feijóo y otros mártires del compás