El lanzador de cuchillos

La Piedad

Corren malos tiempos para la lírica templada; los radicales se han quitado definitivamente la careta

No sé a qué dedica el tiempo libre Cristina Seguí, pero hay que haberse chupado (con perdón) muchas horas de porno interracial para ver lascivia en la imagen de la chica de la Cruz Roja abrazando al muchacho africano que llora desesperado en la orilla de una playa de Ceuta. A la fundadora de un partido que apela constantemente a las tradiciones cristianas habría que presuponerle -igual es mucho presuponer- mayor empatía con los desheredados de la tierra y quienes dedican parte de su vida, gratis et amore, a ofrecerles consuelo. Pero los políticos de Vox -y buena parte de sus votantes, digámoslo de una vez- son católicos de atrezzo, de crucifijo al pecho y viva Cristo Rey, a los que el refugiado de Nazareth echaría del templo a latigazos por tomar el nombre de Dios en vano.

Tiene razón Juan Soto Ivars cuando afirma que hay personas -de derechas- que han confundido el buenismo, esa pose irritante, con la bondad, que es una virtud, y para que no los tomen por buenistas han acabado convirtiéndose en auténticos desalmados. Cristina Seguí, individua de cáscara amarga, es el ejemplo más acabado de ello; también de lo que Cayetana Álvarez de Toledo ha definido con precisión de relojero como la bacanal de incorrección ultra en que han estallado años de despótica ultracorrección política; como dice CAT, a las rancias mentiras posmo se contraponen ahora las mentiras recalentadas -y calenturientas, añado- del neonacionalismo.

Corren malos tiempos para la lírica templada; los radicales se han quitado definitivamente la careta. Cada vez son más los que, espoleados por la retórica cuartelera de los líderes de la ultraderecha, exhiben con orgullo su ridícula condición de gregarios ignorantes; se autodenominan derecha desacomplejada, pero están a dos desembarcos de los bates de béisbol y la quema de campamentos.

Por hacer el bien sin mirar a quién, defensores falsarios de la moral y de la patria han rastreado internet hasta dar con el nombre y los perfiles en redes sociales de la joven voluntaria, y están desplegando contra ella una campaña de injurias verdaderamente infame. Pero aunque Seguí y sus seguidores -¡qué buen nombre para una banda de RAC!- se hagan pajas -mentales- con negros, pechotes y turgencias, lo cierto y conmovedor es que un senegalés afligido y una mostoleña compasiva han compuesto, en la frontera sur de Europa, un cuadro de dolor y de esperanza que habría inspirado al mismísimo Miguel Ángel.

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