Mitologías Ciudadanas

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Lo de Plácido Domingo

Lo de Plácido Domingo" es la denuncia -en la prensa, no en un juzgado- por acoso sexual que, al amparo del movimiento Me Too, han presentado nueve mujeres (de forma anónima, salvo la mezzosoprano Patricia Wulf) contra el tenor Plácido Domingo, por hechos que se remontarían a los años ochenta. Al margen de otras consideraciones, e incluso de la mayor o menor veracidad de la noticia (¿Con qué rigor se puede juzgar una conducta de hace años, denunciada básicamente de forma anónima en un medio de comunicación?), vale la pena recalcar lo que el tenor ha declarado al respecto: "Creía que todas mis interacciones y relaciones fueron siempre bienvenidas y consentidas… Sin embargo, reconozco que las reglas y valores por los que hoy nos medimos, y debemos medirnos, son muy distintos de cómo eran en el pasado".

"Mis relaciones e interacciones…", en el contexto al que estamos refiriéndonos, remite directamente a la seducción, a la manera y a las artes con la que frecuentemente los seres humanos -y muchísimas otras especies- pretendemos acceder y gozar de los atributos y encantos del otro. Y esto no es una cuestión baladí. Todo lo contrario: en el fondo, es uno de los pilares básicos que fundamentan a la propia naturaleza (la conservación de la vida), y en el caso de los humanos, también la conservación y desarrollo de la sociedad y la cultura. Así que, cada uno a su manera, y con las herramientas que cree más propicias, nos aplicamos a tan hermoso menester. ¿Los "encantos" que ponemos en juego? No se vaya lejos, reflexione en usted mismo… La simpatía, el modo de ser o no ser, el dinero, el físico, el nivel cultural, intentar parecer menos tonto o menos palurdo de lo que se es… Algunos de ellos les parecerá legítimo, otros tal vez no tanto; en todo caso, cuestión de pareceres -tan de pareceres que si aquí yo tratara de seducir a alguien, por supuesto que me parecería "legitimo" deslegitimar "los encantos" de mi supuesto contrincante-. Lo cual no implica que en esto valga todo, pues, en tanto que sujetos sociales y culturales, las reglas y valores con los que nos conducimos en la seducción deben responder y ser coherentes con las reglas y valores que, en un momento histórico, los humanos nos hemos dado entre sí para poder vivir con cierto bienestar. Esta es la esencia del contrato social, la garantía de que vivir en sociedad no implica una guerra permanente de unos contra otros y de todos contra todos.

En sus declaraciones, Plácido Domingo alude a esto, a que el contrato social -patriarcal- que hasta hace bien poco regía la relación entre hombres y mujeres, por distintas razones ha pasado a mejor vida. Ahora se trata de ir dando forma a un nuevo contrato social que convenga a todos, sin eludir ni desterrar las estrategias de seducción -con sus posibles desencuentros y malentendidos-, en aprender a usarlo con sus inevitables límites y posibilidades. Lo contrario, no es que sea aburrido, es la barbarie.

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