Pobre Nueva Normalidad

Quizás la verdadera novedad en nuestras sociedades occidentales es que la ultraderecha se ha reforzado

La pandemia movió los cimientos de nuestra convivencia, y lo hizo de tal manera que incluso se habló de que viviríamos en "una nueva normalidad". Sin embargo, tras dos años de penalidades, confinamientos, mascarillas y muchas muertes, no aparece por ningún sitio. De hecho acabamos de apartar las mascarillas de manera generalizada de nuestras vidas, que era prácticamente el único estigma pandémico que nos quedaba, y casi sin darnos cuenta hemos vuelto, del todo, a noviembre de 2019.

A pesar del eslogan tan oportuno que nos vendieron, no hay nada nuevo. La sanidad, sigue igual de mal. Las procesiones, ferias y romerías, siguen igual de masificadas. Las guerras siguen, y ahora mucho más cerca de nuestra Europa. La amenaza nuclear, que no es nada nueva, sino viejísima, vuelve. Los españolitos sinvergüenzas que se aprovechan de primos y de sus ilustres apellidos para robarnos, también siguen. El rey emérito, también sigue libre. El cambio climático, continúa. Etc. Bueno, que aparte de las bajas que nos ha infringido el Covid y de Putin que viene a recordarnos lo "jodido" que está el mundo (por si acaso se nos había olvidado), no hay nada novedoso en nuestro panorama…. Bueno, igual sí, perdón el despiste, la ultraderecha.

Quizás la verdadera novedad en nuestras sociedades occidentales es que la ultraderecha se ha reforzado y "ha salido del armario" sin ningún sonrojo. Hablar y legislar desde el machismo y el odio ha renacido y se ha sentado ya hasta en un consejo de gobierno español. Además, y por lo que vaticinan las encuestas, la ultraderecha formará parte de nuestro espectro público patrio una buena temporada; en Andalucía lo comprobaremos el próximo 19 de junio, donde ya el PP ha dejado claro que lo sentará en el gobierno si fuese preciso. Pero ¿cómo hemos llegado hasta aquí?

No cabe duda de que la pobreza extendida por las crisis reiteradas desde 2007 ha sido el combustible necesario, además del desprestigio de los partidos tradicionales y de un sistema socioeconómico incapaz de generar certidumbre. Vemos cómo ya en toda Francia son la rabia y la frustración las que crecen sin parar, sumando cada vez más votos a Le Pen y a la abstención, lo que debe alertarnos ante lo que llegará en 2023 en nuestras generales. Ojo con el desaliento, sucumbir a la tentación reaccionaria no cambiarán nada; ojo con esta nueva y pobre normalidad, que no deje de alarmarnos, que no se haga normal.

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