La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Poniendo los muertos a trabajar

Si el futuro creativo del audiovisual descansa en poner a trabajar a los muertos, apañados estamos

Según la leyenda, la literatura y el cine, perturbar el sueño de los muertos trae funestas consecuencias. Leyenda alimentada por la prensa popular fueron las muertes inmediatamente posteriores al descubrimiento de la tumba de Tutankamón de quienes habían participado en la excavación (aunque algo despistado anduvo el faraón porque el principal responsable, Howard Carter, falleció 17 años después). En cuanto a la literatura, La maldición de la momia: relatos del antiguo Egipto (Valdemar Gótica) contiene algunas advertencias escritas por Arthur Conan Doyle, Sax Rohmer, Rudyard Kipling, Willa Carter o Robert Bloch de lo desaconsejable que puede ser jugar con estas cosas. El cine también advirtió de ello en La momia de Karl Freund -la buena, la del 32- con Boris Karloff como el temible Imhotep arrastra vendas devuelto a la vida por la imprudencia de un arqueólogo que nunca debió perturbar su eterno reposo.

Hay muchas formas de profanación de tumbas, memorias u obras. Una de ellas ha sido la de hacer lo que se ha dado en llamar "una exploración del futuro del cine" y "un proyecto pionero" consistente en "resucitar" el genio de Fellini y "aprovechar" su "ADN creativo" gracias a la Inteligencia Artificial. Los resultados parciales, que ya pueden verse en las redes, son los previsibles: una fellinada. Pocos directores más inimitables que este. Cuántos lo han intentado -Woody Allen incluido- se han estrellado. Y pocos enemigos tan acérrimos de los avances técnicos digitales, fascinado por la artesanía Méliès del cine: le espetó a un director de fotografía que le reprochó que le pedía lo imposible porque no sabía de lentes: "tampoco sé mecánica y conduzco mi coche". Vean en el documental Fellinópolis a los artesanos de Cinecittà dando vida a los primitivos artilugios que ideaba para simular, no la realidad, sino su realidad. Lo sé porque estuve allí. Tres años.

En fin… En publicidad todo está permitido. Pero parece que ha llegado la hora de utilizar la técnica para poner a los muertos a hacer anuncios o crearlos a partir del genio de un difunto maestro replicado por la Inteligencia Artificial. Si el futuro creativo del audiovisual descansa en poner a trabajar a los muertos, apañados estamos. Le podríamos llamar el síndrome de Elmyr de Hory, el genial imitador del estilo de grandes pintores que pintó muchos cuadros vendidos como obras originales, al que Welles dedicó Fraude.

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