¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Profecía

La izquierda se ha convertido en un ouróboros, capaz de conducir la tanqueta y agarrar el megáfono al mismo tiempo

Thomas Piketty ha dicho en una entrevista que el mundo está en una "situación similar a la que llevó a la Revolución Francesa". El economista de cabecera de la izquierda lleva muchos años avisando del ensanchamiento de la zanja que separa a las grandes fortunas de las cada vez más pauperizadas clases medias. España es un claro ejemplo, más desde que Rajoy optó por la devaluación del país como única manera posible de salir de la crisis de 2008. Nos hizo pobres para no empobrecer. Pero nadie contaba con un virus que ha sido sal sobre la herida. España, como todo el mundo, se está enrareciendo y vamos camino de algo, no se sabe muy bien si la Revolución Francesa o la Rusa. No habrá tanqueta que lo pare. Y disculpen ustedes el tono de zíngara.

Sobre la Revolución Francesa ha escrito Félix de Azúa que "fue el gran espectáculo inaugural del mundo amoral y eficaz". La Rusa no fue más que un segundo capítulo con personajes más desarrapados y sistemas de terror perfeccionados. ¿Estamos ahora ante el albor de una tercera entrega? Hay indicios casi secretos que nos hablan de un nuevo apocalipsis. Por ejemplo, el portal de Belén de una confitería erótica sevillana en el que las figuritas son gofres con forma de pollas. Eduardo Jordá, hombre viajado y mundano, le quitaba el otro día importancia con su magistral estilo. Sin embargo, a mí, oscuro plumilla provinciano, me ha atravesado el alma. Cogeré el cayado y me vestiré con pieles de cabra para decir esto: una sociedad que insulta de esa forma tan burda al tierno y dulce Niño Dios está condenada al fuego y al azufre. O peor aún, a la dictadura del algoritmo, un sujeto histórico mucho más terrible que la burguesía y el proletariado. Sólo en un mundo en el que se le da forma de falo al Bebé Redentor se puede tolerar que la gran mayoría de los países pobres apenas tengan acceso a las vacunas contra el covid, o que la brecha social aumente hasta convertirse en falla, o que se engorde como a ganado porcino a los territorios más privilegiados. Todas estas son manifestaciones de lo mismos.

En los últimos días asistimos a un aumento de la conflictividad social y laboral, pese a que gobiernan las izquierdas, herederas de las revoluciones francesa y rusa, convertidas definitivamente en un ouróboros, la serpiente que se devora a sí misma, capaz de conducir la tanqueta y agarrar el megáfono al mismo tiempo. Es un proceso que irá a más. La única duda es quiénes serán esta vez los vencedores. Desde luego, no lo serán los buenos. Como siempre.

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