La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Profesionales en el peor sentido

Carentes de otra profesión, se aferran al poder como medio de vida poniendo sus intereses por encima de los generales

Este 1 de mayo el Gobierno en pleno, es decir, las dos corrientes (que ya son tres) que lo integran, se ha lanzado a la calle: Carmen Calvo, José Luis Ábalos, Reyes Maroto, José Manuel Rodríguez Uribes, Ione Belarra, Irene Montero y, por supuesto, Yolanda Díaz, estrella absoluta, reina de los selfis, recibida con aclamaciones de "¡presidenta!" y celebrada por Público como la heredera de Largo Caballero: "Que Díaz desfile junto a los líderes sindicales supone un hito desde la restauración de la democracia, puesto que ningún otro ministro en funciones que ocupara esa cartera caminó junto a los sindicatos durante la marcha del 1 de mayo. Recoge el testigo de Francisco Largo Caballero, que sí lo hizo en la marcha de 1931, el primero de sus años como ministro de Trabajo, cargo que ocupó hasta 1933". Mal precedente democrático, diría yo.

Si esta manifestación tiene un carácter necesariamente reivindicativo y este año el Gobierno se ha sumado a ella, las reivindicaciones, protestas y avisos se han dirigido a la patronal (lógico por parte de los sindicatos, no del Gobierno) y al PP (ilógico, dado que no gobierna). Con la amenaza, claramente aludida desde UGT y CCOO, de las batallas campales francesas como fondo: "Una sociedad que ayer llenaba los servicios de hostelería en Semana Santa a lo mejor mañana demuestra de una forma desordenada su malestar… Se sabe cómo empiezan las protestas, pero no cómo acaban". El secretario general de CCOO dijo que sus palabras no son "una amenaza, sino una realidad". Lo que empeora las cosas.

Ha sido un 1 de mayo preelectoral en el que una vez más se ha mostrado la profesionalización, en el peor sentido de la palabra, de nuestra egocéntrica clase política. Ninguna actividad humana verdaderamente importante puede ser abordada de una manera simplemente profesional, escribió Chesterton. La RAE lo distingue en las dos acepciones de profesionalidad: "cualidad de la persona que ejerce su actividad con capacidad y aplicación relevantes" y "actividad que se ejerce como una profesión". La que cuadra a nuestros políticos es la segunda, sin los valores de la primera. Como la mayoría no tiene otra profesión, se aferran al poder como medio de vida poniendo sus intereses personales y de partido (que para ellos son lo mismo) por encima de los generales. Los primeros, quienes antes de serlo llamaban "casta" a los políticos malamente profesionales.

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