Editorial
Congreso del PSOE: manual de resistencia
Mirada alrededor
Decía en anterior comentario que todo vale en precampaña, refiriéndome al aumento del diapasón de las descalificaciones mutuas entre los candidatos que participan en las convocatorias electorales y en un todo vale cuando hasta su utilizan prácticas xenófobas y ridículos supremacismos, especialmente en Cataluña, en su viejo ultranacionalismo, que ya criticaba Ángel Ganivet, como son atrabiliarias las ideas aldeanas de Sabino Arana, el padre ideológico del PNV. Pero quedaba por comentar la obviedad de que no hay campaña que valga si los líderes no cargan sus mochilas vacías de promesas sin fundamento ni tampoco peligro que, después, los ciudadanos exijan su cumplimiento, quizá por estar acostumbrados a la falsedad y el engaño.
Fue el primer presidente de la actual democracia española, Adolfo Suárez, quién popularizó la frase "Puedo prometer y prometo", cosa que los comentaristas de la época se lo recriminamos, aunque no olvidamos que sus principales promesas las cumplió a rajatabla, abriendo el camino a la etapa democrática, al lado del hoy denostado, injustamente por algunos sectores olvidadizos, Juan Carlos I, como si no pudiera transitar libremente por un país donde todos, no sólo los 'abuelos', hacen lo que les viene en gana, No era fácil prometer en aquellos momentos ese paso de un Estado autoritario a uno de pleno derecho, recién fallecido el dictador y con un ejército donde rechinaban decisiones como el reconocimiento de todos los partidos políticos, entre ellos el del Partido Comunista, en aquél histórico Viernes Santo. Aquellas promesas hicieron posibles poder vivir hoy en un país democrático, donde los derechos básicos son elementos esenciales para nuestra convivencia. Cuatro décadas después la esencia literal de aquél 'puedo prometer y prometo' la escuchamos repetida, aunque ya no tengan otro valor que el de la retórica. Sánchez, por ejemplo, ha devaluado sus promesas que no le han quitado el sueño al gobernar con Podemos -pese a los puntapiés que sufre de sus socias- ni el no pactar con Bildu o arrodillarse a las exigencias independentistas, amén de tantas promesas que están en los hemerotecas. Podrá prometer y promete crear cien mil viviendas para ponerlas al alcance de los jóvenes, como podrá replicarle Feijóo que él tiene otro plan mejor de vivienda. Estamos, pues, en un mercadillo de ventas de crecepelos que se verá a nivel nacional, regional y local, ahora que las más próximas son las elecciones locales y regionales. Mientras, la subida de la cesta de la compra y las hipotecas amenazan a centenares de miles de familias españolas.
Sí, pueden prometer y prometen, pero, por favor, cumplan al menos un mínimo tanto por ciento de sus castillos de naipes y cuentos de la lechera.
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