Recuperar lo público

Lo que realmente encierra el proyecto de los Baños del Carmen es devolver un suelo que antaño se privatizó

Más allá de la rehabilitación de un espacio urbano pendiente desde tiempos inmemoriales, lo que realmente encierra el proyecto del parque de los Baños del Carmen es la recuperación como espacio público de un suelo que antaño se privatizó con la concesión del balneario y los astilleros.

La realidad ha sido esa. Como balneario y camping, el suelo público ha tenido una explotación y uso privado durante décadas. Su reducción a un mero restaurante abrió a la ciudadanía un espacio único del que pocas ciudades disfrutan. Un bosquecillo de eucaliptos al borde del mar y un malecón que, en su decadencia, recuerda a la Habana. Cuatrocientos treinta metros de frente marítimo en mitad de ella que en pocas partes del mundo encontramos. Una vez recuperado, se trata de hacerlo amable y conectarlo con el paseo marítimo de Pedregalejo. De hacernos olvidar a los peatones que disfrutamos del salitre y la brisa marina que a solo ochenta metros está la calle Bolivia, cargada de tráfico y CO2, por la que hemos tenidos que cruzar durante años. O de evitarnos pasar por callejuelas de dos metros de ancho, impropias de la función que algunos quieren encomendarles.

Hace dos años que la Audiencia Nacional sentenció que la concesión de los astilleros se había extinguido y rechazó su prorroga por setenta y cinco. Antes, en 2019, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía instó a la Junta a revisar la figura de protección que ampara a la carpintería de ribera, pero lo hizo sin prejuzgar ninguna decisión concreta. Se limitó a ordenar que se revisará la protección que no se vincula a ningún ámbito específico y se limita situarla en el entorno de las playas de Pedregalejo. El reciente informe de Costas tampoco ha entrado al trapo: es la consejería de Cultura la que debe valorar el interés de mantener la instalación. Una instalación de nulo valor arquitectónico, que puede desplazarse a la parcela, mucho más amplia, que el propio Plan Especial reserva para equipamiento y que podría seguir teniendo salida al mar por el propio paseo marítimo. Un nuevo equipamiento cuya explotación debería salir a concesión y podría albergar todas y cuantas actividades relacionadas con la carpintería de ribera quisiéramos alojar. Solo tendría que cumplir una condición, que devolviera a la ciudad el uso ciudadano del borde del mar. Al final, se trata de que recuperemos el espacio público que debíamos disfrutar desde hace años.

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