Cambio de sentido
Carmen Camacho
Zona de alcanfort
Al Holocausto, los judíos llamaron Shoah: catástrofe. La shoah de Gaza –más de 28.000 muertos– muestra la facilidad con la que las víctimas pueden pasar a ser verdugos. Después del tratado de Versalles, la nación alemana, dicen, quedó tan humillada que no paró hasta organizar la II Guerra Mundial para resarcirse del ultraje. Y con la creciente participación en Palestina de estados, intereses, religiones, sectas y facciones, infectados de odio, podemos estar asistiendo a la gestación de la III Mundial. En Alemania existía un antisemitismo muy anterior al Holocausto y en Occidente se ha mirado mal al mundo árabe, al menos, desde las Cruzadas. Los adalides de las franquicias Cristo / Alá / Moisés cabalgan de nuevo y llaman al alistamiento. Por debajo: poder, mercancías, petróleo, armas. Destrucción. Ahora los judíos, con la colaboración necesaria de Hamás, arrasan con todo, matan a todos. El Estado de Israel existe, en parte, gracias a las víctimas del Holocausto y al sentimiento de culpa que invadió a la humanidad por no haber podido evitarlo. Y en esto, los judíos no se diferencian mucho del comportamiento atávico del sapiens que, real o simbólicamente, se nutre de los muertos. Las víctimas del Holocausto, en un remake judío de la Eucaristía, fueron, como Cristo, chivos expiatorios de la humillación alemana en la I Guerra Mundial y manjar que da la vida y la justificación al Estado de Israel, para siempre y para todas las atrocidades que pueda cometer. Muchos alemanes o no se enteraron del genocidio judío o no quisieron enterarse. Nosotros no podemos alegar que desconozcamos lo que está pasando en Gaza. Pero no queremos o no podemos o no sabemos cómo evitarlo. Estamos perfectamente vacunados contra todo tipo de atrocidades y catástrofes. Sobre el Holocausto, habrá pocos que no hayan visto en películas y reportajes aquel horror. Pero, además, los medios, y más desde la pandemia, se han apuntado a un catastrofismo interesado y productivo que sube audiencias y vende colonias, desodorantes y ambientadores para ocultar la podredumbre. Hasta Pedrerol comienza su sección de deportes con choques, espachurramientos y muertes, antes de hablar de lo de Mbappé. Hemos banalizado el mal con dosis fatales de tragedias y DANAS. Tumbados en nuestro sofá, soñamos con que el tsunami no nos alcance. ¡Ilusos!
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