Social Buenocracia

Alfonso Guerra se ha erigido en baluarte del constitucionalismo y de flagelo de los nacionalistas

17 de febrero 2022 - 01:36

Pérdida de olfato. Uno de los síntomas del coronabicho es que no se huelen venir. Vamos a echar el tapabocas de menos. Como Alfonso Guerra que se personó en cuerpo y escolta el once de febrero para inaugurar el ciclo de la Térmica Desmemoria de la Transición. Desde que se ha erigido en baluarte del constitucionalismo y de flagelo de los nacionalistas va conferenciando más o menos que la transición es él, muy amante de Montesquieu y con formas absolutistas. D. Alfonso hogaño defiende al emérito monarca Juan Carlos I y evoca cálidos recuerdos de Adolfo al que llamó Tahúr del Mississippi. Cosas de la edad y la remembranza roma. Así lo percibimos con su gracejo y memoria de estocada.

Para ser cosecha de 1940 con tantos tacos en el deneí sigue ágil en la réplica y el comentario viperino. También retiene el coche oficial y las lecturas enciclopédicas. Eso de estudiar tanto como D. Quijote más que la sesera te quita tiempo. Para haber protagonizado tanta gesta insomne en los años de Suresnes y después poder, como que con tan protónica actividad, no le cuadra el tiempo de las lecturas más allá de la literatura de contraportada. Que se lo cuenten a Antonio Montano también en la tarima, lector compulsivo que se merienda más de 300 tochos al año incluidas las Memorias de D. Alfonso.

La interpretación de los días ochenteros de cuando el PSOE se estrenaba en las reformas, primeros lujos de las tres ces, la escandalera del avión Mystere para eludir un atasco de carretera y otros secretos reservados. Teodoro León Gross fungía de maestro de ceremonias y preguntas afiladas. D. Alfonso si no túnica lucía canas senatoriales y el verbo brillante, recién encerado. Todo esto sucedía en La Térmica, reducto de la cultura pop que estrena un ciclo de encuentros imprescindibles para nostálgicos de los años mozos. Viendo lo que hay, puede catar la charla en Youtube y sacar sus propias conclusiones. Aún así, lo que no retrataron las cámaras fue el poder de convocatoria en un jueves de levante áspero. A las 18:30 abrieron las puertas y las ventanas de la sala. A las 18:35 ya estaba a tope de distancia social con cuatro filas de preferencia tan vacías como reservadas, que se llenaron nada más comenzó a pontificar el apóstol de la social buenocracia en loor de incienso y aplausos de carné.

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